Glow: Capítulo final.

  1. Destinado:
Esa noche tuvo un sueño extremadamente raro; un salón del siglo XIX, una tarima con dos sillas grandes y con bordado en oro, en ellas estaba sentado Klaus, sonriendo con diversión mientras le sujetaba la mano a una mujer. Ésta sonreía mientras se sentía el centro de atención, ya que su vestido rojo pasión entre tanta ropa negra destacaba entre la multitud. No fue hasta que la cámara del sueño se alejó y pudo comprender con horror, que la mujer que estaba sentada al lado de Klaus era ella, hermosa, peligrosa y terriblemente igual...



Esa imagen de ella no le dejaba tranquila, era como si le persiguiera, un continuo recordatorio que algo no estaba bien. Salió del coche, se ató con fuerza la bufanda y entró al instituto. En cierto modo aquella mañana, todo le parecía extremadamente aburrido, como si supiera lo que iba a pasar. No, mejor... como si ya lo hubiera vivido. A mitad de la mañana se encontró que ya se sabía todo lo de las asignaturas, que nada de lo que los profesores dijeran parecía nuevo. Por primera vez en toda su vida se aburrió en clase.
Cuando la campana resonó por la aula, fue la primera en abandonar la silla y todo, corrió por los pasillos y llegó hasta el discreto coche de Klaus, que sentado con una sonrisa torcida le esperaba. Sin moverse mucho le abrió la puerta...

  • He soñado contigo...- confesó mientras entraba y el comenzaba a arrancar el motor.
  • Lo sé...- la besó en los labios- has tardado un poco ¿No crees?
  • ¡No es fácil vivir tanto tiempo y acordarse de todo!

Esas palabras salieron solas de su boca, realmente no las había pensado y mucho menos maquinado. Simplemente al escuchar eso, soltó lo primero que se le pasó por la cabeza, y nuevamente la imagen de ella vestida de rojo, rodeada de un séquito de soldados y Klaus sujetándole la mano le apareció. Le miró, sabiendo que el era consciente de eso, y simplemente por maldad no se lo decía. Frunció el ceño, giró la cara ofendida y se concentró en mirar la carretera.

  • Pronto te acordarás, amor.- su voz sonó aterciopelada y quizás, un poco inquieta.

Por primera vez en mucho tiempo notó algo diferente en él, algo humano, como si desde el primer momento que le vio lo hubiera querido ocultar. Apartó la mirada de las calles vacías y le miró, le observó minuciosamente y cada tramo de su rostro que iba inspeccionando un fragmento de alguna historia lejana se le venía a la cabeza...
Al llegar a la casa de Klau, comprobó que el salón enorme del sueño era ahí, pero que a diferencia no había ningún trono y tampoco cientos de invitados. Simplemente un salón decorado de una manera bastante sobria y sin ambición. Sin preguntar comenzó a mirar absolutamente todo, abrir armarios, oler perfumen y entrar en cada habitación que veía. No comentó nada, hasta llegar a la segunda planta, atravesando un hermoso pasillo y llegando a una enorme habitación; una cama matrimonial enorme, con docel, una cuna pequeña y llena de polvo, un tocador antiguo y un enorme armario de roble... un nudo en el estómago se le formó y miró a Klaus, asustada y temiendo recordar algo que no le gustara...

  • Fue hace tanto...- susurró entrando a la habitación, pasando la mano por los muebles y quedándose mirando la cuna con increíble dolor- eramos felices ¿sabes? Nunca fuimos avariciosos ni teníamos ansias de poder... aunque lo teníamos- suspiró melancólico, siguiendo observando la habitación- y precisamente por eso terminamos muertos.

Una lluvia de imágenes le golpearon, haciendo que cayera sobre la cama y comenzara a jadear; La mujer imponente paseaba por hermosos jardines junto a Klaus, lucia una enorme barriga y el rostro más feliz del mundo, luego al final un grupo de personas comenzaron a invadir el jardín y llegaron a ellos... todo se volvió rojo y un agudo dolor le trajo de nuevo a la realidad. Lloró, por primera vez en mucho tiempo lloró, pero no como aquel que le duele algo físicamente, si no un dolor que ha estado enterrado durante siglos y surge con la misma potencia y la misma fuerza. Un dolor que traería consigo toda la verdad.


Esa mañana ninguno de los dos fue al instituto, nadie supo de ellos y Caroline tan sólo le había dejado una nota a su madre, aunque en ese momento dudaba que fuera su madre. Dejó todo atrás, y tan sólo se preocupó de encontrar aquello que había perdido. No estaba del todo segura de lo que estaba haciendo, pero tampoco le importaba mucho; quizás Klaus era un impostor o un maníaco, pero eso no le importaba. Desde que el había llegado llenó su vida de luz, de emoción y ante todo de una gran verdad... ¿Por qué quedarse en un lugar que no respondería a sus dudas?
El coche arrancó y se alejó poco a poco de esa pequeña ciudad, donde Caroline tenía recuerdos de dos vidas, y en esas dos vidas tan sólo había una persona: Él.
¿Por qué dejarlo escapar?

Miró una última vez atrás y se dejó arrastrar por la luz que Klaus desprendía... su luz. 

FIN

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