Adagio

                                                                       Adagio

Personajes: Taisuke Fujigaya
UA: No tiene relación con la vida real.
Estado: Semana de Taisuke Fujigaya.


1. Turbulencias.
La música era lo único que los podía mantener unidos, al igual que sería quien los separaría. Nada más y nada menos, aquello que te daba la fuerza para seguir adelante, también te la da para destruirte...

No llevaba más de media hora volando y sentía que el avión se le volvía pequeño; tenía las piernas estiradas debajo del asiento, sin zapatos y con un chandal dos tallas más grandes que ella, el pelo recogido en una trenza baja y un sujetador lo más suave posible. Estaba totalmente preparada para viajar, no tenía porque estar incómoda, después de todo los asientos eran espaciosos y su compañero parecía un muerto. Si debía comparar ese viaje con otros que había hecho, sin ninguna ese iba a ser el mejor, pero aún así quería salir corriendo, estirar las piernas y caminar. Unas turbulencias le arrancaron de su incomodidad y le obligaron a recurrir el plan de emergencias. Abrió la cajita de auriculares baratos que daban en los vueltos, lo enchufó y comenzó a buscar alguna sintonia que fuera lo suficiente buena para distraerla.
Estuvo más de cinco minutos pasando de emisora a emisora, con la esperanza que cuando terminara la canción empezara una mejor. Así estuvo cinco minutos más. Buscó el folleto del trayecto y miró las canciones que iban a poner. Involuntariamente bufó indignada y dejó el trozo de cartulina en el bolsillo del asiento, se quitó los cascos y se estiró...




  • Que porquería de música...- refunfuño molesta- ¿Cómo puede ser tan mala?

Posiblemente si le hubieran preguntado el por qué, no habría respondido porque no se consideraba una erudita de la música, pero si que tenía bastante oído musical y lo que ponían ahí era ofensivo para cualquiera. Giró la cabeza asustada y se encontró con unos ojos oscuros divertidos. Su vecino muerto la miraba mientras reía y repetía entre susurros lo que ella decía y se quitaba los cascos. Al parecer el también había oído lo mismo que ella y pensaba igual, o por lo menos eso quería pensar ella.

  • Si no te gusta... ¿por qué no escuchas la tuya?- preguntó el mientras apoyaba la cara en su mano y la miraba curioso.
  • ¿Eh? ¿Y ahora que le digo?- pensó avergonzada. Podía decirle la verdad, pero estaba segura que se comenzaría a reír, pero por otra parte ¿Qué problema había? Era un desconocido que jamás volvería a ver- Es que no quiero encender mi móvil...- farfullo mirando a fuera deseando que no preguntara nada. Al no haber respuesta giró y se enfrentó con un rostro totalmente interesado- ...si enciendo el móvil las hondas...interferirían con el vuelo...y el avión caerá.

Durante cinco segundos estuvo debatiendo interiormente dos posibilidades. La primera era que si se reía se obligaría a dormir para no escucharlo, y la segunda era simplemente reírse y decir que era una broma y mentir. Pero al escuchar su risa y ver como se sentaba cómodo a su lado todo se le olvidó. Aquel sujeto desconocido en tan solo unos segundos había hecho que su miedo a volar y a que tuvieran un accidente por su culpa fueran tan absurdos como realmente lo eran. Ahora tan sólo le preocupaba que diría...
El buscó algo en una mochila de color verde, sacó un pequeño ipod color verde musgo y mirándola divertido lo encendió. Ella dio un pequeño salto, pero pronto se calmó cuando le colocó con increíble cuidado un auricular en su oído; una música de piano, lenta y dulce comenzó a invadirle el cerebro y relajándola poco a poco, en menos tiempo de lo educadamente posible se quedo dormida, recostando la cabeza sobre aquel hombre. Era medio consciente de lo que estaba pasando, pero prefería dormir unas horas y luego pensar en como se disculparía...

Tenía todos los músculos contraídos, dolor en el cuello y la boca seca cuando abrió los ojos. Aún seguía apoyada en el hombro del hombre, que miraba una revista con la cabeza apoyada en la mano, no parecía muy disgustado por su presencia y mucho menos por su comportamiento. Más bien parecía complacido, como si aquello le resultara totalmente reconfortante.

  • Esto... gracias.- murmuro muerta de vergüenza mientras se incorporaba.
  • Ha sido un placer... ¿has podido dormir?- divertido se miro el hombro donde había una gran mancha de algo mojado.- Oh, veo que si...- rió.

¡Noooooooo! Gritó interiormente cuando se dio cuenta que tenía baba seca en la barbilla, su rostro pasó al color blanco al rojo y al púrpura en menos tiempo de lo esperado. Miró al techo para comprobar que se podían quitar el cinturón, al ver la luz apagada se desabrochó y levanto excusándose que necesitaba ir al servicio, pero los dos sabían que estaba huyendo. El sonrió y le cedió un poco de espacio, cuando estaba apunto de salir unas turbulencias agitaron el avión y ella calló encima de sus piernas... Un aroma de café y menta le golpeó, su piel suave y ardiente y aquellos labios gruesos la llamaron y casi sin darse cuenta se estaban besando. No fue un beso apasionado, tampoco seco... y mucho menos dulce, pero había sido algo totalmente diferente y inesperado. Cuando el avión dejó de zarandearse se levantó de sus piernas y caminó con pasos largos hasta el baño, se encerró ahí y se empapó totalmente la cara; tenía las mejillas ardiendo y en su mirada color miel había un punto de luz. El estómago se le revolvió y se quedó un largo rato sentada en el inodoro... ¿Cómo iba a volver a sentarse ahí? Agarró aire y volvió a mirar al espejo, se arregló el pelo pero pensó que si salía arreglada, quería decir que aquello había significado algo, por lo que volvió a hacerse la trenza de forma destartalada e intento hacer algo con el color rojo de sus mejillas, pero eso era algo ya prácticamente imposible. Suspiró unas cuantas veces y volvió al asiento, con cierta tensión rozaron sus piernas cuando ella se sentó en el asiento...

  • Soy Taisuke... - dijo el mirándola con interés, al igual que ella tenía un leve rubor en sus mejillas.
  • Elena...- respondió ella, se sentó y puso el cinturón y luego recogió las rodillas a lo indio- esto...
  • ¿Por qué viajas a Viena?- quiso saber poniéndose en su misma postura. Su voz era grave, algo ronca pero muy dulce y lenta, parecía que intentaba relajarla.
  • Trabajo... me...- dudó si contarle la historia real, o una abreviación, pero sentía que debía hacerlo.

Recientemente había terminado sus estudios de composición y dirección, además de llevar unos cuantos años ejerciendo de profesora de piano en el mismo conservatorio donde estudiaba, y unos días atrás le habían ofrecido la oportunidad de participar en un festival de música, pero que tenía la característica de que invitarían a los músicos más benjamines y famosos del mundo. Y ahí estaba ella, a sus veintires años volando a Viena para participar en un festival musical, que realmente no tenía ni idea como sería. Sus profesores habían aceptado por ella, y le convencieron en ir porque así, cuando volviera seguramente tendría un puesto asegurado como profesora. No era algo que le hacía especial ilusión, pero sentía que si rechazaba esa oportunidad su currículum estaría totalmente manchado...
Taisuke escuchó con atención absolutamente todo, reía cada vez que ella se lamentaba por aceptar, después de todo había dejado bastantes cosas a medias en su casa, y le comentaba según su punto de vista que sería algo bastante interesante.

  • ¿Y tú?- quiso saber ella, mientras abría su bandeja con comida, arrugó la nariz al ver que su comida no era lo que esperaba. El al verla le cambió la bandeja, y antes de que ella pudiera reprochar ya había lamido la mitad del plato.- ...no tengo manías ¿sabes?- le avisó divertida y agradeciendo el intercambio.
  • ¿Yo?

Su voz quedó resonando por la cabina hasta que el piloto comenzó a explicar las condiciones meteorológicas del próximo trayecto; Elena se puso tensa y al acto él le sujeto de la mano y le colocó nuevamente el auricular en el oído, esa vez la melodía había cambiado y no había piano, tan sólo un oboe y un violín. La canción era triste, melancólica como si ambos instrumentos lloraban; el violín sonaba quedado, cada vez que el arco pasaba sobre sus cuernas y el oboe parecía que ardía cuando el viento tocaba su superficie. Aunque fuera compositora y tocara el piano, no conocía a la perfección el funcionamiento de ambos instrumentos, pero estaba cien por cien segura que la persona que los tocaba sufría un gran dolor...
Unas fuertes turbulencias agitaron el avión, haciendo que el auricular le cayera del oído al momento que pudo ver como del ojo de Taisuke caía una pequeña y solitaria lágrima. A pesar de que el avión seguía pasando a través de nubes, no sentía miedo ni preocupación por su vida, sino por la causa de la tristeza de aquel joven... dolía ver como un ángel lloraba.

Tenía la extraña sensación que el escondía algo y sin saber porque dedujo que esa pieza la tocaba el, y que sus destinos finales eran los mismo. 

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