Cinco y media. Último capítulo.
- Cerezo:
El
sol hacía tiempo que había salido y la mansión se había quedado
tan sólo con el personal de la casa. No estaba nadie de su familia,
tan sólo ella, metida en su habitación poco dispuesta a salir.
Sabía que no podía quedarse todo el día encerrada, porque si lo
hacía las criadas se preocuparían y comenzarían a llamar a su
padre, y lo menos que quería era ver a su padre. Necesitaba un
tiempo para pensar, para procesar todo lo que le iba a pasar en poco
tiempo, y quizás lo que más le importaba... ¿Cómo decirle a
Naruto que lo suyo no podía ser? Hundió la cabeza en la almohada,
ahogando los sollozos que seguían saliendo de su boca, desde que
supo que tenía que casarse con Kiba. Desde pequeña sabía que
llegaría el momento que iba a conocer a su prometido, pero en los
últimos años parecía que aquella necesidad casi absurda de
casarla, había decaído, pero se equivocaba. Suspiró y se quedó
lamentándose toda la mañana, ya tendría tiempo para pensarlo
después...
A
pesar de que estaba en la misma clase que él, había logrado durante
toda la semana no coincidir en ningún momento. Todavía no había
encontrad la manera de explicarle, porque no se había presentado a
las cinco y media en el cerezo, como habían quedado, tampoco él la
había ido a buscar para pedirle explicaciones, y en cierto modo,
sabía que el rubio no iría. Tenía la extraña sensación que la
esperaría el tiempo que fuera necesario, y eso la mataba por dentro.
Quería hablar con el, serle sincera y comentarle que por mucho que
le quisiera, lo suyo jamás podría ser, porque debía casarse y no
había ningún modo de cancelar aquel contrato. Desde que había
nacido su vida conyugal estaba decidida y por mucho que llorara nada
iba a cambiar.
Le
observaba en su asiento, con el rostro algo pálido y ojeroso, tenía
el pelo rubio revuelto y en las clases no se mostraba tan
impertinente como siempre. Parecía como si algo se le había apagado
por dentro, y en una parte sabía que era por ella. Apretó los puños
debajo de su mesa y apartó la vista alejando aquella visión
deprimida de Naruto. Simplemente no quería pensar que ella era la
causante de tanto dolor, no quería que volviera a pasar por todo lo
que pasó cuando el amaba a Sakura. Miró a la ventana y recordó
como lo encontró meses atrás, llorando, descompuesto... tembló y
se prometió hablar con el y dejarle las cosas claras. O por lo menos
eso quería ella.
El
hielo del suelo poco a poco se fue descongelando y el frío
marchando, los árboles recuperaban sus hojas y las clases volvían a
comenzar con fuerza. La primavera llegaba y con ellos muchos eventos
importantes, aunque no para todos...
Los
preparativos del compromiso con la familia Inozuka habían llegado a
la facultad, todo el mundo se paraba para felicitarle y desearle
felicidad, a lo que ella tan sólo sonreía incómoda deseando que el
rubio no estuviera oyendo por las esquinas. Siempre que escuchaba
algo sobre ella, se echaba a correr y huía. No necesitaba que nadie
proclamara a voces su felicidad, porque no era feliz y era plenamente
consciente que su familia lo sabía... pero nadie iba a hacer nada.
Siempre había sido así, y por ella no iban a cambiar.
Sentía
que tenía todos los músculos del cuerpo entumecidos, se había
pasado el día probándose vestidos, comiendo pasteles y viendo
iglesias. Tan sólo tenía ganas de esconderse bajo sus sábanas y
olvidarse del mundo. Caminaba casi arrastras cuando pasó por un
parque, dónde los árboles del cerezo estaban totalmente florecidos.
Sonrió contenta y se paseó por el parque. Era consciente que debía
llegar a casa, pero quería distraerse un poco, no iba a pasar nada
por llegar un poco más tarde a la cena. Distraída estuvo un largo
rato caminando, hasta que se paró delante del único árbol que
estaba alejado de los demás, parecía triste y anhelando estar
rodeado de compañía. Miró durante un largo tiempo el árbol hasta
que escuchó un sollozo que provenía de ahí. El corazón le dio un
salto y sin saber porque se acercó a el. En la parte de atrás,
sentado con la vista perdida se encontraba Naruto... esperándola.
Miró el reloj y casi con dolor afirmó la duda que siempre había
tenido... dio un paso para delante cuando el rubio se giró para
verla, su rostro se llenó de una fuerte luz y sonrió.
- Lo... siento...llego...tarde...- gimió ella mientras comienza a llorar sin parar.
- No importa...- se acerca a ella y le abraza- aún son las cinco y media.
No
estaba segura de lo que haría a partir de ese momento, pero estaba
plenamente convencida que lo haría junto al rubio. Por lo menos eso
lo tenía claro.
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