La enfermedad del "Amor": Capítulo seis
Capítulo seis:
Debo ser fuerte. O al menos eso me digo
cuando camino por los pasillos del hospital. Aún siento la espalda
helada, las nalgas me duelen y estoy plenamente convencida que el
mono blanco está algo manchado. No dudo que las señoras de limpieza
hagan bien su trabajo, pero estar tirada en el suelo más de veinte
minutos sin moverse atrae más polvo que una fregona bien mojada.
Quiero esconderme en los vestuarios hasta
sentirme en mejor condiciones, pero una señora ha roto aguas, por lo
que debo hacer mi trabajo. Después de todo esa mujer me ha pedido
que le ayude con la laborar de traer al mundo a su hijo. ¿Cómo
puedo negarme? Además, tampoco podría explicarle nada, porque
después de todo no pasó nada. Esa media hora pasada tan sólo me
demostró que un juramento si no está hecho de corazón no sirve
para nada.
La puerta del despacho de Sam está
cerrada, con llave y no hay ningún cartel que ponga cuando volverá.
Sé que debe hacerlo, después de todo su sala de espera está
repleta de pacientes molestos. Sonrió algunas caras conocidas y pido
disculpas por la tardanza del doctor. No puedo responder porque
tarda, aunque tengo la leve idea del motivo y posiblemente cuando
vuelva no este de humor, ni para atender a viejos quejicas ni a mi.
Sé que no puede enviarlos a la mierda, pero lo hará, porque cuando
vuelva no pienso abandonar su consulta hasta que me de una merecida
explicación. Después de todo el fantasma de mi pasado acaba de
tocar a la puerta y parece poco dispuesto a marcharse sin una
explicación, al igual que yo.
La sala de espera se vació mucho antes de
lo esperado. Aunque sean viejos no tienen paciencia infinita, lo
contrario que yo. Sonrío triunfal cuando veo al susodicho, lleva el
cabello desordenado, las mejillas acaloradas y una fea arruga en su
ceño. Al verme esa marca aumenta, pero entiende por mi postura que
no se va a liberar de mi. Horas atrás hubiera pagado para
escucharme, pero ahora pagaría para no hacerlo, cosa que no estoy
dispuesta a aceptar. No hoy. No cuando prometió que no volvería a
ver jamás a Jack, sé que es algo absurdo y que no pude controlar
las decisiones de su hermano, pero al menos podría avisar que
volvería. O eso pienso, después de todo quien le salvó la vida en
cierta forma fui yo.
Me cruzo de brazos poco dispuesta a
moverme, el suspira y se sienta a mi lado. Su enfermera encargada le
mira asustada, mueve la mano y se va con una amplia sonrisa. Me
despido de ella con un movimiento de cabeza y cuando estamos solos le
miro. Él se envara en la silla. Lo noto tenso. Intento no reír
cuando enarco la ceja y espero que comience a hablar.
- Lo siento.- logra decir con voz ahogada y ronca.- No sabía que volvería...- sus dudas me dicen que está mintiendo. - todavía.- agrega antes de levantar sus ojos de sus rodillas y mirarme.- te lo debí haber dicho esta mañana, pero... ¿Cómo lo haría?
A pesar de que quería gritarle,
zarandearle de la camisa e insultarle no lo hice. Le entiendo. Niego
con la cabeza y dejo que me abrace. Lo noto llorar. Sonrió contenta.
Al menos en esta amarga historia no soy la única que sigue
sufriendo, aunque obviamente tuve un periodo de cinco años de
sufrimiento sin conocer el motivo, pero ahora que el núcleo del
problema ha llegado, tengo todas las papeletas de sufrir. Eso si, en
silencio. Nadie debe enterarse de que el amor de mi vida ha vuelto.
Nadie, ni siquiera él. Después de todo cuando le vi comprendí que
él había logrado pasar de página. Una bonita alianza dorada
decoraba su gran mano izquierda, dejando claro que estaba en un
matrimonio. Y yo no formo parte de esa ecuación.
Suspiro aún con Sam entre mis brazos,
dejo que llore un largo rato hasta que avergonzado se disculpa y se
oculta en su despacho. Yo me quedo sentada, con la camisa mojada de
lágrimas ajenas y con un nudo en la garganta. Ya era difícil pasear
por ese hospital sabiendo todo, pero aún sería más teniéndolo
ahí. Me levanté y me deslicé lo más rápido que pude hasta el
vestuario, ahí sintiéndome algo más segura me cambié y con la
misma velocidad huí del hospital.
Meses atrás solía quedarme hasta tarde
en planta, revisando con cuidado las constantes de mis pacientes y
ofreciendome a hacer horas extras por si alguna de mis compañeras
así lo necesitaba. Pero desde que Jack volvió, me convertí en la
señora puntual. Venía y me iba a mi hora. No aceptaba horas extras,
tampoco encargos ajenos y mucho menos cenas o comidas de amistades.
Prácticamente me convertí en la segunda Lena. La enfermera menos
social del hospital y la que todo el mundo odiaba. Por suerte, yo no
llego a ese estado de desagrado grupal, pero comienzo a notar que me
rechazan. Lo entiendo, pero no lo hago por ellos sino por mi.
Saber que él puede aparecer en cualquier
momento, recordándome todo lo que él olvido, restregándome lo
feliz que es y lo mucho que me perdí, hace que quiera morir.
Literalmente. Había olvidado lo que era dejar de sentir el corazón
y que tus pulmones comenzaran a hacer su trabajo a la inversa. De mi
nariz salía más aire del que entraba y mi cerebro en vez de enviar
señales de alerta, me sumía en una completa tranquilidad. Por
suerte nunca llegué a desmayarme por lo que no alertaba a Sam, que
se había vuelto incluso más próximo que mi mismo novio. Pensé que
podía seguir con ese modus operandi durante mucho tiempo, pero me
equivoque. El jefe del hospital cambió horarios y decidió que las
matronas también debíamos hacer trabajo de campo, por lo que no me
veía recluida solo a la planta de maternidad sino a todas. Y
justamente el primer mes me tocó en cardiología. No sé como logre
no encontrarme con él. Fue un milagro que agradezco pero al mismo
tiempo odio, al menos si lo hubiera visto podría recordar como era
aguantar, como se finge que no mueres por su ausencia o por su
presencia.
Sentada en el vestuario me preparo para
una jornada intensa. Tengo miedo. Realmente cada día lo tengo, pero
las facturas no se pagan con el terror y por mucho que pueda tener en
mi cuerpo eso no me dará dinero para comprar comida. Por lo que con
manos temblorosas me quito la camisa y pantalones, dejando que el
frío me espabile y ayude a aguantar un día más. La puerta se abre,
salto como cada día, esperando que sea él, pero al encontrarme a
otra gente mi corazón se ajusta. La puerta se cierra, pero se vuelve
a abrir. Ésta vez no miro, porque el que entró me comenta que es un
amigo suyo. Por las demás enfermeras sé que Jack no tiene amigos,
por lo que estoy tranquila. Escucho como la puerta se cierra y siento
que el intruso se coloca a mi lado. Su perfume me golpea en la nariz:
tabaco y café. Sonrío. Últimamente ese aroma está de moda.
Levanto la vista para encontrarme al mismo demonio materializado. Él
me mira con indiferencia, abre la taquilla y saca su uniforme, se
desviste distraído y habla con su compañero en calzoncillos.
Intento moverme, reaccionar o respirar. Pero toda mi energía esta
centrada en el centro de mi pecho, intentando que mi corazón lata
como es debido, pero no lo consigue. Los ojos me pican y los cierro,
pero no los vuelvo a abrir. No puedo.
Oigo la voz de mi madre asustada. Mierda.
Me desmayé. Pienso mientras abro los ojos con cuidado. Todo está
blanco y brillante, intento pensar que porquería me han metido en el
cuerpo pero escucho que alguien más entra a la habitación. Supongo
que es mi padre, porque reconozco su colonia barata de farmacia. Abro
la boca dispuesta a emitir algún sonido y así tranquilizar a mis
progenitores que sigo viva. Todavía. Estoy apunto de emitir un
gruñido cuando la puerta se vuelve a abrir. Ahora no tengo ni idea
de quien es. Supongo que Sam, explicándole que Jack ha vuelto y me
ha dado un ataque de “amor” o como quiera llamarlo. Honestamente
no sé como llamarlo, porque no es un ataque al corazón propiamente
dicho y tampoco una insuficiencia respiratorio. Es simplemente un
ataque de amor, después de todo mi corazón reaccionó ante Jack y
colapsó de alegría. O al menos eso me gustaría explicarle a mis
futuros hijos, cuando me desmaye cada vez que vea a Jack. Soy
consciente que a menos que me muera en dos días, seguiré trabajando
en ese hospital y que mis hijos crecerán entre esas paredes, por lo
que me verán más de una vez colapsar.
Vuelvo a proponerme llamar la atención,
cuando la puerta se vuelve a abrir pero a diferencia de las otras
veces el ambiente es diferente. Tenso. Diría yo. El corazón me
duele, aunque estoy tan medicada que es prácticamente imposible. De
golpe entiendo por qué. Giro la cabeza para encontrarme a mis
padres, junto a Sam mirando entre odio y tristeza a Jack. Él me mira
preocupado, su rostro está pálido, su cabello desordenado y sin
esperar permiso de ellos se acerca a mi. Si tuviera fuerza huiría de
él, porque duele que me mire. Duele que sepa que existo cuando no
sabe que su existencia me mata. Noto su mano caliente sobre la mía.
El cardiograma se dispara, pero no me duele más de lo normal. Más
bien, siento una calidez. Suspiro con alivio, aunque ese movimiento
luego me pasa factura. Los pulmones me queman y comienzo a toser. Sam
aparta a Jack de golpe, le exige que deje la habitación y que no se
vuelva a acercar. En su rostro noto el desconcierto y entiendo que no
le hará caso. Ese Jack, tan diferente al mio, jamás aceptaría una
orden de su hermano mayor, jamás y más si se trataba de una
paciente. Después de todo estoy en la planta de cardiología.
- Estoy bien.- logro decir antes de que Jack se marche. Me incorporó con dificultad, notando como los cables pegados a mi pecho estiran, al igual que la vía que habían instalado en mi brazo. Paro a mi madre que viene a ayudarme.- No me estoy muriendo, mamá.
Al decirlo veo en el rostro de todos que
no es verdad. Me muero. Vuelvo a respirar casi disfrutando de forma
lujuriosa de esa sensación. Qué fácil se olvida lo bueno.
Sam está sentado a mi lado, me muestra
los resultados de mis pruebas y descubro horrorizada que tengo un
sesenta por ciento del corazón necrosado. No entiende como estoy
viva y tampoco como no he sufrido un ataque antes. Abre otras
carpetas y en los resultados se ve que aparte de el órgano
circulatorio tengo todo lo demás bien. Su rostro muestra un
desconcierto absoluto y yo solo puedo reírme. Mi estado no tiene
explicación. Mi corazón comenzó a morir en el momento que Jack se
olvidó de mi.
- ¿Y si se acordara de ti?- dijo de golpe, con la voz ronca.
- ¿Qué?- aparto la vista de los análisis.- ¿Como que se acuerde de mi?- quiero reírme de lo absurdo de su propuesta.- Lleva cinco años sin acordarse de mi... ¿Por qué lo haría ahora?
- Porque te mueres.
¡Hola! ¡Wow! ¡Qué giró tomó la historia! Me encanta, me encanta y me encanta. Casi siento la pena de la prota cuando leo.
ResponderEliminar¡Espero la continuación!
Bye!
¡Gracias! Si, esta historia es bastante sentida jeje, la sufro mucho cuando la escribo jiji
Eliminargracias por comentaarr
:D