Perdón: Cuatro

Cuatro:
El amor carece de lógica. Le habían dicho de pequeña, pero en su diminuto corazón no podía comprender con claridad el significado de esas palabras. Sabía que amar era una de las experiencias más codiciadas por el ser humano, incluso sus padres, quien se amaban con locura, a veces sentían lástima de los pobres que no les había tocado esa dicha. Y después de tanto años, al fin podía explicar aquello que sus progenitores no podían expresarles con palabras, porque después de todo, el amor es único para cada persona. Su amor era único, peligroso y pendía de un fino hilo que podría cortarse en cualquier momento, pero ahí estaba ella, cogida de la mano y siguiendo a ese apuesto ser. Un hombre que no sólo le prometía sexo apasionado, sino grandes dosis de felicidad. Una que con las muertes de sus padres había perdido por completo...

La luz comenzaba a entrar por la habitación, alertando que la mañana estaba llegando y con ella, miles de responsabilidades que ambos tenían que cumplir. Pero, a pesa de que la luz iluminaba sus cuerpos desnudos, ninguno de los dos hacía ademan de levantarse. A penas se habían tocado durante el transcurso de la noche. Tan sólo se habían desprendido de la ropa, de las capas de telas que separaban sus dos realidades y en ese momento, los dos desnudos y mostrando su alma, se encontraban dos seres iguales, semejantes compartiendo más que un silencio de intimidad.
Él fue el primero en moverse. Estiró su mano para acariciarle la cara, seguir por su cuello y sus hombros tensos. Con una sonrisa colocó la otra mano sobre el hombro que quedaba descubierto y con delicadeza comenzó a masajearle los músculos, relajando así su cuerpo y derribando la invisible pared que aún ella erguía delante de él. Una vez más sus manos se pusieron en movimiento, descendiendo por sus brazos con lentitud, mientras sus ojos inspeccionaban sus elegantes pechos, lastimados por una fea cicatriz que los cruzaba. Siguió bajando a su abdomen, al igual que su senos poblados de diminutas heridas que arrugaban la piel suave y virgen. Por último llegó a sus caderas huesudas y a su pubis, recubriendo con vello castaño aquel delicioso manjar. A pesar de que Emily estaba alerta de sus movimientos, sintió el magnetismo que atraía a Nicholas a su sexo, pero contra todo pronóstico él levantó la vista y la posó sobre sus ojos. Tenía la mirada hambrienta,las mejillas rojas, su cuerpo tenso, agazapado para atacar y su pene, erecto, duro y preparado para entrar en ella. Se mordió el labio también excitada, pero espero en silencio a que él terminara el trayecto de inspeccionar su cuerpo. El cuerpo que la noche anterior no pudo ver. Durante unos segundos eternos se contemplaron a los ojos, sin decirse palabras, para luego él bajar la mirada y posar un delicado beso en cada una de las cicatrices que cubrían su cuerpo y durante años ella quiso esconder. Sin palabras pudo comprender lo que decían sus besos, sus caricias y su mirada. Eres bella, con ellas y sin ellas. Son parte de ti y las quiero también. Lloró cuando terminó de besar cada una de las heridas de su pasado, lloró cuando él la abrazó y estrechó fuerte en su pecho. No supo cuando tiempo estuvo apoyada en su pecho, sollozando como una niña pequeña, y tampoco le importaba hacerlo, parecía que Nicholas no pretendía más que aquello. Llenarla de amor hasta que explotara. Sonrió dulce cuando ella se apartó de su pecho. Le quitó el resto de lágrimas de la mejilla y beso en la frente.
El ruido de la ciudad ya era constante, la luz había llenado la habitación y aunque sus cuerpos reclamaban sexo, aún estaban desnudos uno delante del otro riendo como tontos enamorados.
No habían dicho nada acerca de comentar su relación, y parecía que el mundo era inconsciente a lo que estaba ocurriendo entre los dos. Y en cierto modo les iba bien. Thomas y Alphonse no eran personas de hacer preguntas, así que cuando ella desaparecía en sus días libres y volvía cuando le tocaba trabajar, no decían nada. Tan sólo celebraban con una sonrisa la llegada de la niña. Cuando Nicholas aparecía en el bar, tan sólo se intercambian miradas divertidas y alguna canción que salía de sus labios iba dedicada a él. Otras veces,él no aparecía pero su música seguía llegandole fuera donde él estuviera. Después de una actuación y si él no estaba, enviaba un escueto mensaje con dos palabras “Estupenda, actuación”. No era una carta de amor, pero sabía que él pensaba en ella.
El tiempo pasaba y su relación seguía firme, estable, teniendo sus días llenos de luz y los otros oscuros. No era una pareja común, puesto que las discusiones usuales para ellos eran lejanas. Emily no podía exigir exclusividad, al igual que él tampoco, pero en miradas celosas se decían lo contrario. Ella sabía que Nicholas tenía esposa, una mujer que lloraba cuando él no estaba y en cierto modo, alguna vez quería exigirle que rompiera con ella, que fueran ellos dos solos, pero hacerlo suponía comenzar una discusión y huía a ello. Sólo quería felicidad y que ésta durara lo que tenía que durar. Sabía que por muy amante que fuera, seguía siendo la segunda y a veces, eso le dolía pero cuando se encontraba distraída en una cita él se acercaba a ella, le sujetaba de la cintura y le susurraba al oído “ Te quiero” y se olvidaba de todo. Sonaba a cuento conocido de amante, pero en cierto modo, creía en sus palabras, porque él creía en ella. No había desconfianza en su corazón.

  • Me separaré de mi esposa...- dijo después de hacer el amor, ambos estaban sudados con la respiración entrecortada y mirando al techo con flores del hotel.
  • ¿Eh?¿De verdad?- se impulsó sobre el codo para contemplar su rostro aún con las mejillas encendidas por el esfuerzo.- No quiero hacerme ilusiones como una amante cualquiera.- siseo no muy convencido.
  • ¿Alguna vez he hablado por hablar?- estiró la mano y le apartó un mechón de pelo que se le cruzaba en la cara.

Sonrió desde el alma y le besó en los labios. Esa noche hablaron del futuro, algo que jamás se habían atrevido a hacer. No era un futuro ostentoso, tan solo hablaban humildemente de lo que podrían hacer. Él seguiría con su empresa, ella se quedaría con su empleo en el bar pero menos horas e intentarían buscar otro tipo de profesión. Maestra de música o de guitarra. Así soñando despiertos estuvieron hasta que el cansancio del día y del sexo acabó con su resistencia y cayeron en un plácido sueño.

Esa noche dentro de su cabeza, Emily notó como una pequeña alarma se activaba, algo que le alertaba de que no iba bien. Pero en el estado pletórico que se encontraba, una alarma así tan sólo significaba miedo a la felicidad, o al menos eso se había dicho hasta que recibió una invitación para el aniversario de boda de Bomer. Su pequeño futuro de cristal se quebró delante de sus ojos. 

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