Katherine: Final
10.
Agujero:
Al
salir de la Clínica caía una fuerte lluvia. El aire comenzaba a
estar frío y los adornos navideños en las tiendas no habían
tardado en aparecer. Todo parecía respirar felicidad y comodidad,
menos ellos dos. Caminaban uno al lado del otro, con un espacio de
respeto que no evitaba, que sus manos se rozaran en algún momento.
Ella tan solo se estremecía y luchaba por no sujetársela, mientras
él se ponía tenso sin saber por qué.
La
única cafetería que estaba abierta era la llamada Cristal, en la
plaza España. Los dos entraron en silencio, tomaron asiento y con
una taza de te humeante esperaron a que uno comenzara la
conversación. El silencio proseguía cuando un trueno resonó por
todo el local y las luces titiliaron...
-
Vaya, una tormenta... se nota que estamos en Octubre – ríe algo
incómodo- Oye Katherine... cuéntame que es aquello que no quiero
saber.- dice serio, sin apartar la vista de los ojos de ella.
Los
ojos de Kath pasearon por toda la cafetería, necesitaba encontrar
las palabras para comenzar a narrar, algo que ni ella misma sabía
como explicar. Apretó la taza de te en sus manos, tomo una bocanada
de aire y abrió la boca, pero las palabras no le salieron.
-
Tú y yo nos conocimos hace bastante tiempo... ¿sabes?- dice al
final con una sonrisa incomodo- hace tanto tiempo, que... te
olvidaste.- dulcifica la verdad.
-
¿Olvidarme?
El
rostro de Jean se volvió una mueca de confusión, pero no porque era
la primera vez que lo oía, si no más bien porque siempre lo había
creído así. Se pasó las manos por la cabeza y miró a Katherine.
-
Pues ayúdame a recordar...- le pidió.
Esa
petición fue como un rallo de luz en una tormenta. Sabía que aunque
Jean recuperara parte de la memoria, eso no quería decir que fueran
a estar juntos. Que él recordara, significaría que todo lo que pasó
fue cierto, que no tendría que seguir soñando con que ocurrió,
porque alguien más que ella podría corear sus recuerdos. Aceptó
con un nudo en la garganta y tomó el te, para ocultar las lágrimas
que se le escapaban de los ojos.
El
nuevo Jean era más abierto, más expresivo y más relajado. No era
como aquel hombre frío que recordaba. Sus manos a pesar de que
siempre habían estado calientes, ahora tenían algo más de calidez.
Su voz siempre grave y ronca, tenía un tono más agudo. Casi sin
darse cuenta, se estaba volviendo a enamorar de Jean. No sabía cual
de las dos partes amaba más, pero el conjunto hacía que las viejas
heridas dejaran de sangrar. No eran una pareja, eran amigos pero aún
así... sentía que estaba un paso más adelante de lo que jamás
había estado.
A
pesar de que no sabía como explicarle lo que había pasado sin
entrar en detalles, parecía que las palabras salieran sola de sus
labios. Le había contado sus primeros años, después se había
detenido donde sus sentimientos parecían crecer más y por último
muy por encima le contó el día del accidente...
-
Así que... estaba contigo el día que pasó...- murmura con voz
queda cuando se quedaron mirando el lugar del accidente.
-
Si.
-
Debió ser horrible para ti...
Sus
manos se entrelazaron de forma lenta, como si cada uno estuviera
pensando lo que ese apretón de manos significaba.
-
Lo fue- siseo ella.
-
Lo siento...
No
supo a que venía esa disculpas, pero al sentir el apretón más
fuerte y mirarle a los ojos, no supo porque pero algo le dijo que
había recordado algo más que no le había dicho.
-
¿Jean?- le llamó con un hilo de voz.
-
El trabajo... es importante, pero tú...lo eres más.
Su
mano se levantó y le acarició la mejilla, mientras de los ojos de
ella salían lágrimas una detrás de otra.
-
Siempre me había preguntado...por qué sentía un vacío en el
corazón, como si algo no estuviera en su lugar..
Un
gemido salió de su boca cuando los brazos de él se entrelazaron en
su cintura y la empujó contra el. Escuchó los latidos de su corazón
acelerado, como su respiración subía y bajaba, y cuando levantó la
vista para ver sus ojos, vio en ellos a su Jean.
-
Has vuelto...- hipeó sin dar crédito a lo que veía.
-
Siento... haber llegado tarde.
Su
disculpa fue acompañada por una sonrisa y se estrechó más a su
pecho. Era una frase que años atrás siempre se repetía entre
ellos. Unos minutos de silencio y luego un agradable momento. Ninguno
necesitaba más que eso, para ellos lo poco y lo raro era
suficiente...
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