Perversión: Capítulo 9

Capítulo 9:

La espalda de aquel hombre estaba repleta de cicatrices. Nadie podía verlas y tocarlas, pero ella con tan sólo una simple palabras había logrado quitar aquel velo que las cubría. Observaba aún distraída como él se ponía la camisa, tapando su piel tostada y sus músculos tonificados. Por primera vez no quería hacer el amor. Por primera vez en mucho tiempo sintió ternura por aquel ser que le había hecho tanto daño. Mientras observaba como se iba vistiendo estuvo tentada en estirar los brazos y abrazarlo, ofrecer su pecho para que llorara y que por primera vez en mucho tiempo, se sintiera indefenso y capaz de confiar en alguien. Después de que estuvo vestido con su traje negro, se giró le dio un escueto beso en los labios y se marchó. El aroma de su perfume quedó impregnado en el aire de su apartamento y por mucho que abriera las ventanas y la brisa refrescara la habitación seguía presente.
Estuvo un largo rato encerrada en su despacho, sin dejar pasar pacientes y sin gritar u ordenar a su enfermera que hiciera algo. Su mundo laboral estaba estancado, aún cuando la sala de espera estaba arrebatada de personas mayores tosiendo, niños con la mano en el corazón y mujeres moqueando. Debía hacer algo, aunque todas las ideas que le venían a la cabeza eran absolutamente diferentes a abrir una persona en canal o recetar paracetamol a ancianitos. Su plan era conocer a la ex mujer de Markus. Era algo descabellado porque ¿como se presentaría? Hola, soy una de las amantes de tu ex marido y quiero saber ¿por qué le denunciaste? La misma pregunta le resonó en la cabeza como algo absurdo y fuera de lugar. Como mucho obtendría algún vete a la mierda o algo más suave como no es de tu incumbencia. Y en cierto modo era así, porque no era nada para él pero aún así había visto el corazón de Markus. Había visto al Demonio sin su coraza de llamas. ¿Eso ya no era algo? Por lo visto no para ir a abrir heridas del pasado. Bufó molesta y gritó para que la enfermera hiciera entrar al primer paciente.

El resto de la mañana pasó de forma lenta y cada paciente que vio, parecía que tenía un velo en la cara porque al final de día, no sabía quién era quien. Decidió que era mejor dejar que la enfermera hiciera ese trabajo y marcharse a casa. No se encontraba en condiciones para escribir cosas de algo que no se acordaba. Incluso tenía miedo de redactar el plan malvado para hablar con la ex de Markus. Y lo más divertido es que no sabía ni como contactar con ella, porque en sus encuentros sexuales él jamás hablaba de ella y por lo que sabía, nadie gozaba a decir nada sobre ella. Sabía que esa mujer trabajaba en el hospital, no era una Diosa de la cirugía como ella por lo que podría estar en Dermatología o Urologia. Se levantó y salió del despacho, le entregó las instrucciones de lo que debía hacer a la enfermera y caminó por el pasillo hasta llegar a la planta donde se suponía que debía estar la ex. Se sentó junto a los demás enfermos y contempló al personal. La mayoría se quedaban mirándola sorprendida, después de todo un Dios jamás bajaba al mundo de los mortales y ahí estaba ella. Humillándose una vez más por aquel hombre insensible.

Al volver a su casa el perfume de él aún seguía impregnado en las paredes, sofás y cama. Parecía que quisiera quedarse para siempre con ella. Se sentó en el sofá y sacó un cigarro, aún con el abrigo puesto y con el bolso colgado. Había logrado ver a Heather, la ex esposa de Markus. Nunca la había visto y realmente le pareció más guapa de lo que pensaba. En cierto modo no podía entender como el demonio había podido necesitar a otras mujeres teniendo a aquella barbie en su casa. Tenía la sensación que estaba un poco operada, pero era una bellezas de esas que simplemente había que admitirlo. Pero aún así no parecía que fuera capaz de cometer un acusación tan malvada porque si. Tanto los enfermeros como los doctores la adoraban, al igual que los pacientes. Aunque siendo dermatóloga tampoco podía esperar que la odiaran. Después de todo mirar pecas era un trabajo tan aburrido como tocar penes. Suspiró y sacó un historial de su cartera. Sonrió malvada. Ser una diosa y atractiva tenía sus méritos. Había sido fácil engatusar al de recepción para que le diera el historial de esa mujer. Un hombre era fácil de convencer si sabías utilizar las tetas para tu beneficio. Lo había aprendido bastante pronto, en el momento que sedujo a un compañero en el instituto para que le comprara la merienda todos los días hasta la graduación. Nunca había sido una chica realmente buena, pero tampoco hacía nada malo. Él soñaba con sus tetas y ella comía gratis. Además, estaba claro sus gustos sexuales. Desde pequeña la dominación y sumisión había sido algo que le llamaba la atención. Sus anteriores amantes eran dominantes fuera de la cama, pero unos palurdos cuando debían poseerla, en cambio Markus era dominante con dulzura, con pasión y cálido. Es verdad que cuando era su amante la trataba como un clinex, pero jamás se sintió ofendida o agredida. Más de una vez simplemente le replicaba para que le atizara en el trasero.
Abrió el historial y comprobó las fotos de los hematomas. Todos tenían la misma forma, el color era más amarillo de lo esperado y las heridas de las muñecas tenían el nudo en el interior. Sonrió. Será zorra. Cerró el historial, se levantó del sofá y salió de la casa. Tiró el cigarro en el suelo, lo pisó y subió en su coche. Honestamente no sabía que iba a hacer, pero lo primero era ver a su hombre. Debía dejar claro cuál era su situación, después ya haría que ardiera Roma.

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