Traición: Capítulo 2
Capítulo
2:
La
felicidad es algo extraña, viene cuando menos te lo esperas y se va
cuando más la necesitas, pero claro ese pensamiento jamás estuvo en
su cabeza durante los meses siguientes a su cumpleaños. Vivía en
una especie de burbuja de felicidad, ajena a las desgracias que
ocurrían a su alrededor y obviando según que comentarios e incluso
intentando rechazar las señales que las personas más cercanas a
ella le decían. Parecía que su cerebro racional había mutado para
convertirse en una especie de masa con tan sólo una función: amar.
En su cabeza no cabía más que la felicidad que sentía, lo bien que
estaba y lo mucho que quería compartirlo con todos, y precisamente,
quizás, ese fue su error. Quizás no debió dejar que la felicidad
le nublara el juicio y en obviar las alarmas de sus instintos, pero
cuando se quiso dar cuenta ya era demasiado tarde.
Los
días pasaban como horas y los meses como días, cuando se quiso dar
cuenta se estaba graduando junto a las dos personas que más amaba y
por extraño que pareciera, todo seguía igual que antes. A pesar de
que llevaban cuatro años saliendo, la relación que tenía con Miku
era igual que siempre, y cuando los tres se juntaban no parecía que
entre ellos hubiera una pareja. Ni siquiera cuando Len, se arrodilló
en un restaurante y le pidió matrimonio, tampoco cuando en el altar
ella dijo el “si quiero”, nada. Todo parecía igual de perfecto
que el primer año, y fue precisamente eso que hizo que se preguntara
si la felicidad era realmente eso. Tenía otras amigos que estaban
casados y discutían, otras parejas que después de cuatro años
juntos pensaban en formar una familia, y cuando la luna de miel había
acabado, informaban con una gran sonrisa que iban a ser padres. Esas
cosas que se llamaban felicidad, ella todavía no las sentía, a
pesar de vivir en una historia de ensueño.
-
Len, ¿no quieres tener hijos?- preguntó una noche cuando los dos
estaban cenando.
-
¿Hijos?- enarcó la ceja y la miró.- ¿Tú quieres?
Estaba
apunto de seguir la conversación a base de preguntas, cuando algo en
su interior comenzó a crujir. Nunca se había considerado una
persona desconfiada, más bien vivía con una venda en los ojos y se
dejaba guiar por la gente que amaba, precisamente por eso, jamás le
había importado que Len fuera el marido perfecto, el que todo lo
consentía y que jamás discutía con ella. Alguna vez, llegó a
pensar en la infidelidad, pero jamás se lo llegó a tragar, después
de todo, Len seguía siendo una fiera en la cama, la amaba con locura
y nunca traía perfume de mujer. Ese tema no era una cosa que le
preocupara, hasta que comenzó a hacerlo…
-
¿Como sabes si alguien te pone los cuernos?- murmura mientras miraba
el plato casi lleno.
-
Supongo que esas cosas se sienten ¿no?- contestó distraídamente
Luka. - ¿Van las cosas bien con Len?- levantó al cabeza de su plato
para fijarse en el rostro triste de su amiga.
-
¿Eh? ¡Claro que van bien!- gimió algo nerviosa.
De
camino a su casa, mientras conducía y veía la noche oscura, pensó
que quizás esa inseguridad era que estaba demasiado feliz y temía
perder todo lo que tenía. Sonrió sintiéndose satisfecha con esa
reflexión y llegó a casa. En ella su marido estaba sentado en el
sofá, mirando la televisión y con la mesa puesta para una rica cena
conyugal.
-
Oye nena… - habló cuando estaban por los postres. Ella le miró y
sonrió.- ¿Qué te parece si éste año invitamos a Miku a la casa
de tu familia?
En
ese momento el crujido que días atrás había tenido volvió a
resonar dentro de su pecho. Dejó el tenedor sobre el plato y pensó
cuidadosamente en lo que pedía. Frunció el ceño algo molesta
recordando que esa misma pregunta se la hacía casi cada año.
Adoraba a Miku con locura, y jamás había dicho que no, pero por
primera vez en cinco años no le gustó.
-
No.- susurró no muy convencida de ello.
Y
por primera vez tuvieron una discusión. Len se alteró mucho,
enumeró los motivos por traer a Miku con ellos, manifestó lo bien
que se lo habían pasado los otros años y lo muy egoísta que era.
Esa noche Len durmió en el sofá.
Después
de esa pequeña discusión todo volvió a la normalidad, o al menos
esa era la sensación que tenía Rin. Len no volvió a mencionar a
Miku en ninguna de las salidas que hacían, y cuando era ella quien
lo mencionaba, parecía como si él no quisiera saber nada. Su parte
celosa se sintió más tranquila y la parte racional le acusó de
esos celos injustificados. Si siempre por esas fechas lo habían
pasado los tres juntos, ¿qué diferencia tenía esa? Durante
bastante tiempo estuvo enumerando los motivos, pero a cada palabra
que decía la culpa le corrompía. Al final, terminó cediendo a esa
petición, por lo que todo volvió a la normalidad, o por lo menos
eso creía ella.
Las
fiestas terminaron tan pronto como llegaron, los tres volvieron a
trabajar y su vida a la normalidad. La felicidad seguía su curso,
hasta que un día cuando ella volvió del trabajo, Len le esperaba
sentado en el sofá, tenía el rostro serio, las manos agarradas y
mirando al suelo.
Quizás,
en ese momento debió darse cuenta de todo, unir los cabos sueltos y
dar marcha atrás, pero todavía en ese entonces, creía que la
fidelidad y la felicidad iban unidas de la mano.
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