Una luna para dos: 1. Noches
Nombre: Una luna para dos
Original
En proceso
Es una historia original. Si la quieres subir en alguna página, por favor dar créditos.
Aviso: El primer capítulo lo colgué en mi perfil de FanFiction, pero lo borré. Ahora le cambié los nombres y está aquí.
Tiene contenido erótico, así que si eres sensible abstente a leer o lee si tienes una mente calenturienta :D
Una Luna Para Dos
Uno
nunca puede saber cuándo aparece el amor, incluso cuando estás esperando a que
ocurra, jamás podrás decir en qué momento se instaló de tu pecho y comenzó a
echar raíces en tu corazón.
Por
eso, a veces es mejor ni desearlo ni nombrarlo, porque si no puede destruir
algo mucho más importante que el amor: la confianza.
1.
Noches:
Aquellas
caricias no iban dirigidas para mí, esos
besos con sabor alcohol no eran verdaderos. Pero aun así, no me importaba.
Cerraba los ojos y disfrutaba de cómo sus manos iban descifrando cada rincón de
mi cuerpo, como su lengua buscaba la mía con avidez y como sus jadeos y gemidos
eran ahogados con los míos propios.
Realmente
no me importaba nada más que ese momento. Sentirlo cerca de mí, volverme uno
con él y después, simplemente intentar olvidar que había pasado. No iba a ser
la última vez, y tampoco había sido la primera. Estos encuentros sexuales, con
altas dosis de alcohol, enfado y dolor siempre eran una alegría para mí. Debía
sentirme sucia, mala persona y sobre todo, terriblemente mal. Pero nunca me
había importado, porque siempre era él. Incluso cuando supe que no estaba
destinada a ser para de su vida. Incluso cuando supe que sus sonrisas y
suspiros estaban pensados para otra persona… nada de eso me importaba. Abrí un
poco más las piernas para que él pudiera penetrarme. Gemí y arqué la espalda
cuando sentí que su pene tocaba la pared de mi vagina. Grité y le mordí en el
hombro cuando comenzó a embestirme. Su movimiento duró lo suficiente para
hacerme desviar mis pensamientos de lo patética que era, para sólo pensar y
desear que no parara. Cuando cayó encima de mí, ahogado y totalmente sudado, ya
sabía lo que iba a decir, mucho antes de que lo pensara.
Me
levanté de la cama y hui al baño. De camino recogí toda la ropa, tanto mía como
la suya para dejarla ordenada. No podía dejar muestras de que había ocurrido
algo. Aunque más marcas que mi cuerpo sudado, chupetones por mi cuello y mis
pechos rojos de tanto tocar. Más señales no podía tener. Me encerré en el baño
y comencé la operación volver a parecer una persona humana. No tarde mucho en
lavarme bien, vestirme y dejar el baño ordenador. Al salir oí como él maldecía
golpeando la cama. Sentí un dolor agudo en el pecho y deseé que aunque fuera
una vez, no tener que salir a escondidas. Sabía que era la amante, o eso me
gustaba pensar, porque realmente no llegaba ni a eso. Una amante al menos era
amada por el otro, aunque dudaba realmente que Sam lo hiciera. Sabía que nos
queríamos, los cinco años estudiando medicina y los cuatro de especialización
habían creado un lazo. Lazo que también tenía con su marido: Neil. Me echo agua
en la cara. Debo apartar la culpa de la cabeza para escapar sin dejar
sospechas. Termino de arreglarme y al salir de la casa, escuchó que alguien me
llama. Giró la cabeza para encontrarme los ojos grandes y felices de Neil. Hablando del rey de roma…pienso para mí
cuando sonrió y me acerco a él.
-
Hola
Neil. – sonrió.- Acabo de salir de casa…-miento- tengo turno de mañana, ya
sabes.
-
Lo
sé. ¿Has podido hablar con Sam?- pregunta algo incómodo y triste- Ayer
discutimos y… siempre se va al Bar de Tom a beber.- su rostro triste me hizo
sentirme aún peor.
-
No,
pero si lo veo… le daré una buena tunda.
Sonrió
y antes de que pudiera seguir alargando la conversación salgo corriendo. Entró
en el coche y arranco sin mirar atrás. A pesar de que he visto a Neil, aún siento
las manos calientes de Sam en mi cuerpo, aún puedo recordar la presencia del
orgasmo en mi cuerpo, y aunque odie admitirlo… no me siento mal. Niego con la
cabeza y me paro en el parking del hospital. No puedo comenzar a trabajar con
este sentimiento de culpa. Simplemente no puedo ir a salvar vidas, cuando puedo
acabar con una tan fácilmente. Neil desde la muerte de sus padres, se había
vuelto una persona débil, con ciertas tendencias depresivas y todos, temíamos
por su vida. Y yo estaba tirándome a su marido. ¿Qué estaba mal conmigo? Me
apoyo en el volante del coche y suspiro. Lloro aunque sé que no tengo motivos.
Lloro tanto que no me doy cuenta hasta que unos golpes en la ventana me traen
de vuelta a la realidad. Un hombre de cabellos largos oscuros y su mirada
transparente, me mira preocupado. Sonrió y abro la puerta. Ian me abraza y me
consuela. Nunca le suelo decir porque lloro, pero él siempre está dispuesto a
consolarme, a ofrecerme su pecho cálido y acallar mi llanto.
-
Soy
una mala persona…- logro decir entre hipeos.- Debería desaparecer…
-
Si
lo hicieras, serías aún más mala persona…- me acaricia la cabeza y me besa el
pelo.- Anda vamos a salvar vidas, princesa.
Me
ofrece la mano y con gusto se la sujeto. Al menos después de mis pesadillas alcohólicas,
siempre tenía una mano amiga que me consolaba, pero tampoco sabía hasta cuanto
tiempo. Seguramente cuando se enterara de que me estaba acostando con su primo,
todo el respeto se iría, y más bien, me miraría con un claro asco. A veces,
incluso yo misma me daba asco…
Después
de una noche de sexo, Sam estaba sin hablarme unos cuatro o cinco días. Ésta
vez habían pasado dos semanas. El silencio entre nosotros era claro y la gente comenzaba a preocuparse. Desde que habíamos
comenzado a trabajar, siempre estábamos juntos y tampoco se preocupaban si
algún día no nos hablábamos. Después de todo, dos médicos con la misma
especialidad siempre tenían conflictos profesionales. Aunque nuestros
conflictos traspasaban todas las barreras profesionales y se quedaban
simplemente en personales. Suspiro y meneo el café sin fuerzas. Me espera una
noche larga, al lado de Sam y con nadie más que él. Estar de guardia en la
planta de Pediatría era un asco, porque no sólo los padres se ponían nerviosos,
sino también las enfermeras. No me disgustaban los niños, más bien los adoraba,
pero odiaba a los padres. Si fuera por mí, los padres no deberían tener
permitido entrar al hospital, aunque eso era una crueldad.
-
Soy
una mala persona, me lo miré por donde me lo miré.- digo en voz alta sin darme
cuenta.
-
Lo
eres…- dijo una voz fría a mi espalda. Me giro y veo a Sam. Siento que las
paredes de mi vagina se cierran solo de la excitación de verlo. Aguanto un
gemido.- pero no puedo evitar quererte.
Sin
esperar a que diga nada, se sienta a mi lado y coge mi café. Por primera vez en
días logro respirar tranquila, y me siento un poco mejor que cuando salí de su
casa. Le miró esperando a que me dijera algo. Más bien lo deseaba, deseaba que
me dijera lo de siempre…
-
Esa
debe ser la última vez… ¿me oyes Aria?-
me mira a los ojos.- Estoy casado, soy homosexual…
-
Lo
sé, pero aun así bien que gimes…- replico como una niña pequeña molesta. Su
rostro se frunció en una clara muestra de dolor.- perdón, no quería decir eso.
-
No
importa.
Antes
de que pudiéramos seguir con la conversación, una de las enfermeras irrumpió en
la sala. Con cierta angustia nos informó que uno de los niños comenzaba a
vomitar y que no paraba. Las últimas dos veces, el vómito era sangre. Sin
pensarlo dos veces saltamos del sofá y corremos a la habitación del niño. Sin
querer nos tocamos la mano cuando abrimos la puerta. Nuestros ojos se
encontraron y la llama, que supuestamente se debía haber apagado días atrás
comenzó a quemar nuevamente. Gemí cuando su mano se alejó de la mía y me
concentré en pensar en el niño…
La
botella de cerveza estaba vacía cuando me di cuenta. Sam estaba sentado en mi
sofá, con las mejillas sonrojadas y blasfemando por cualquier tontería. Sabía
que debía detenerle, sabía que debía intentar consolarlo, pero aunque lo hiciera
eso no serviría de nada. Perder a un paciente siempre era un golpe duro, y más
cuando se trataba de un niño de apenas cuatro años. Miré a Sam esperando a que
entrara en razón. Estuve tentada en llamar a Neil, para que le tranquilizará,
pero sabía que el rubio no lograría calmar el espíritu de Sam. Naruto era un
simple anestesista. No entendía el dolor de un médico de verdad. Suspiro y me
acercó a él, le quito la botella de la mano y sin querer le rozo un pecho en la
cara, cuando levanta la mano para apartarme de la botella. Siento sus labios
cerrarse en torno mi pezón y gimo. Oh
dios, otra vez no. En poco tiempo había entrado en emulsión. Sentía que mi
cuerpo ardía y que cada parte de mi sexo llamaba a gritos al de Sam. Sin
invitación Sam me empujó en el sofá y comenzó a besarme en los labios, mientras
sus manos se introducían en mis pantalones y llegaban a mis bragas.
-
Siempre
mojada para mí…- sonrió y hundió su cabeza en mis piernas.
Odie
no poder detenerme. Odie no poder decirle que no y ante todo, odie no querer
que parara. Esto iba acabar realmente mal… los dos lo sabíamos.
¡Oh, me ha gustado como va! Aunque me ha costado mucho encontrar el primer capítulo xD deberías tener un índice, facilitaría poder leer las historias.
ResponderEliminarMe ha gustado el ambiente culposo del romance y el que se bisexual lo hace más interesante. Aunque he leído un Naruto cerca del final ¿es un error?
Me pasaré a leer el resto.
¡Cuidate!
Bye!
Oh my goodnees! Si, es un error copioso... y eso que lo leí para ver si se me escapa algo. ¡Gracias por decírmelo!
EliminarSí, debería poner un índice o algo... veré como lo hago.
Mercí~