Pierrot: 7. Mentiras

7. Mentiras:
Acostada en la cama, con el estómago revuelto y la cabeza llena de dudas, dejó que la mano cálida de su marido le sujetara y le consolara. Sabía que él pensaba que su estado precario de salud se debía al embarazo y no a la culpa como bien sabía. Era consciente que en apenas en un par de horas su vida se había complicado hasta lo imposible. A decir verdad, su vida desde hacía mucho tiempo atrás no era simple. La presencia de aquel misterioso Pierrot, la visita de su primo muerto… y ahora el nacimiento de su hijo. No del bebé del rey, si no de uno de sus sirvientes. Se mordió el labio reprimiendo un sollozo. Gaara aún sujetándole la mano, se había quedado dormido. Su rostro era tranquilo, se dibujaba una fina sonrisa algo que no había logrado ver en muchos días. Dentro de pocos días los de Konoha llegarían y con ello muchos problemas. No solo para el reino, sino para su familia. Todavía Hinata no había decidido que hacer con el plan de su primo y mucho menos se lo había contado al soberano del país. Y ahora para colmo, tenía un bastardo en su vientre. ¿La vida podía ser más complicada?

Los establos del palacio estaban llenos de caballos, la mayoría eran de los de Konoha, mientras el resto eran de los propietarios de esas tierras. La Reina estaba oculta en éstos, con una capa negra y entre los caballos, esperando con paciencia que éstos se fueran y pudiera huir al encuentro con su primo. A pesar de que él también había llegado con todos los demás, era un secreto que estaba vivo, por lo que habían mandado a un sirviente a avisar a la reina para que se encontraran a mitad de la noche. Realmente nadie reparo que abandonaba la silla real para mezclarse con los invitados y salir del palacio. Se cubrió el pecho con la capa y hasta que no se vio sola con los animales no salió de su escondite.
Una figura oscura se apoyaba en el marco de la entrada. Supo por la postura de su cuerpo, como la luz de la luna iluminaba su rostro y el aroma que desprendía su cuerpo, que ese no era Neiji. Si no su amante: Sasuke. Reprimió un suspiro de alivio cuando le vio acercarse a ella, sujetarle del codo y abrazarla con pose protectora. La estrechó en su pecho y en un leve susurro…

-      Te protegeré… no- cortó- Os protegeré.- La separó de su pecho y aún sujetándola del codo bajó hasta quedar su cara enfrente del vientre plano. Dibujó una sonrisa y le besó.


En ese momento Hinata pensó que aquella muestra de afecto, había sido lo más erótico y romántico de toda su vida. Impulsada por los nervios, el miedo y la sensación de vacío se lanzó a su brazos y le beso. Sus lenguas jugaron una larga danza, mientras sus manos se iban abriendo paso entre las capas de roba. Al quedar piel contra piel y sintiendo sus respiraciones agitadas, supieron que tan sólo había una forma de terminar con lo que habían comenzado. Sasuke le abrió los muslos y la penetró hasta arrancarle un sordo gemido. Comenzó a moverse a un ritmo acompasado para poco a poco subir la velocidad y que sus sudores se mezclaran y sus gemidos se volvieran uno.
Exhaustos por la relación sexual, entre caballos, paja y olor a heces se miraron con una tierna sonrisa. Hinata contempló el rostro blanco, las mejillas sonrosadas por el esfuerzo y aquellos ojos tan oscuros y profundos como si fuera la última vez que los viera. Le beso una y otra vez, antes de levantarse, vestirse y salir corriendo al encuentro con su primo.

Su primo le esperaba casi entrando en el bosque que separaba la frontera de la aldea. Caminó sin mucha prisa a su encuentro, y cuando lo encontró no supo si lanzarse a sus brazos o darle un golpe en el estómago. Tenía una mezcla de sentimientos encontrados que no sabía por qué se provocaban. Lo único que tenía claro era que debía cerrar un frente, para encargarse del otro. Y quizás el más importante, por lo menos lo que significaba para su vida, tanto como reina como mujer.

-      Prima…- habló Neiji con voz ahogada de la emoción. Éste se iba a acercar para abrazarla, pero ella dio un paso para atrás, dejando claro que ese encuentro no era deseado.- Sé que me odias…- comenzó a hablar.
-      ¿En serio? Vaya, primo… sois muy agudo. – murmuró con acidez.- ¿Qué queréis de mí?-exigió con voz de monarca.
-      Todo… los Hyuga tenemos que mantenernos unidos, prima. –contesto y se acercaba a ella.
-      Yo ya no soy una Hyuga…- le recordó echando un paso para atrás.- Y nunca lo volveré a ser…

En ese momento Hinata comprendió que en el momento que había entrado en ese palacio, conocido a toda esa gente y comenzado una vida, su pasado como Hyuga había quedado atrás y se sorprendía que no lo añoraba. Había sido una tonta por haber obedecido parte del plan de su primo, alejar a su marido del palacio no había servido para nada, por lo menos para los de Konoha, pero para ella sí. Se llevó la mano con discreción a la barriga, junto las manos y levantó la cara con orgullo…
-      No voy a volver a Konoha. No os entregaré el reino de mi marido y no cooperaré en vuestra lucha.

Sin más dio un paso para atrás y se alejó con pasos decididos. En poco tiempo llegó al palacio. Se volvió a mezclar con la multitud y pronto llegó al lado de su marido, que con unas copas de más contemplaba a sus invitados sin realmente ver.

-      Mi vida… ¿Dónde estabais?- quiso saber el rey, sujetándole de la mano y dándole un educado beso.
-      Aclarando las ideas…- confeso con timidez fingida.- Creo que mis parientes pronto volverán a su hogar… ¿cierto, padre?- miró a su padre que contemplaba la escena con sorpresa.

Que ella volviera junto a su marido, significaba que no cooperaba con los de su aldea natal. Así habían quedado para comunicarse entre ellos sin utilizar las palabras. Su padre le miró con odio, pero los dos sabían que por mucho odio que tuvieran, no podía hacer nada. Después de todo, las armas de los invitados estaban guardadas y vigiladas, todo el palacio tenía vigilancia de sobra, aunque ella había podido liberarse, y los caballos estaban demasiados casados para huir en ese momento.
Esa noche, los invitados brindaron con vino y cerveza, pero la borrachera que se dieron no fue por honrar a sus anfitriones y tampoco la victoria, si no para poder tragar la humillación de volver a su aldea sin su precioso rehén voluntario.
Si ella volvía con ellos, podrían decir que la habían secuestrado y exigir muchas cosas, pero claro todo eso era si ella aceptaba y contaba los secretos de la aldea. Pero ya tenía mucho que esconder y demasiado que mentir, prefería mentir en algo que sólo le afectara a ella y a su posición y no a todo un reino…

Los invitados se marcharon a primera hora del día siguiente, Hinata contemplaba la marcha desde su habitual torre. Su nido de amor y quizás el lugar dónde más pecados había cometido. Pero después de todo era su rincón de amor y mentiras…


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