First Sin: 4. Paralelo
4.
Paralelo:
La
rutina en su vida pronto le ayudó a olvidar que James no vivía con ella. Tan
sólo se permitía recordar aquellos momentos, cuando se acostaba en la cama y se
envolvía en cómo se oía su risa o como se le erizaba la piel cuando le rozaba
la pierna sin querer. Eran sólo unos pequeños minutos que se dedicaba a pensar
en todo lo que había perdido, sin realmente quererlo, pero aún así sentía que
lo había perdido, aunque en el fondo siempre había sabido que nunca lo fue. La
relación que habían tenido era como un préstamo. Michelle le había echado de
casa, para que él pudiera rectificar e intentar recomponer su relación. Y
precisamente eso era lo que habían hecho. Tres meses después de que se
marchara, ellos parecían una pareja recién casada. Riendo por las esquinas,
dándose besos castos y haciendo cualquier comentario ñoño en las reuniones en
grupo. Para su alivio, la mayoría de veces éstas eran solo de médicos y las
enfermeras se podían liberar de asistir. Aunque después de la relación con
Michelle y James, la mayoría de ellos la metían en el saco de las fiestas.
Quisiera o no quisiera, se veía envuelta en doctores borrachos, contando cosas
de sus vidas personales que a nadie le interesaba. Y mucho menos a ella. No
necesitaba un recordatorio constante de que había ayudado a que la pareja de
moda del hospital St. James se volviera a unir.
Oyó
un coro de risas aproximarse a ella, automáticamente se metió en una habitación
y cerró la puerta. Miró el historial que tenía en las manos y buscó la fecha de
ese día: Viernes. Equivalente a cita en grupos. Momento del día que ella
prefería evitar, puesto que no necesitaba escuchar una vez más como James y
Michelle se conocieron y como las demás mujeres del grupo suspiraban celosas.
Para su desgracia, la mayoría de veces ella se sentía incluida en ese odiado
grupo de celosas, pero jamás lo admitiría y suspiraría junto a ellas.
-
¿Emily?-
habló una voz ronca y preocupada. Ella giró sobre sus talones para ver el
rostro pálido y descuidado de Dylan. El paciente más veterano del hospital.-
¿Te vuelves a esconder? – al reír comenzó a toser, haciendo que se viera
obligada a despegarse de la pared y puerta para ir a socorrer al enfermo.
-
No
me escondo…- reprochó ella mientras le pasaba un vaso de agua.- Entré para
saber cómo estabas…- siguió hablando y sin dejar de prestar atención a la
puerta, le tomó el pulso y apunto los resultados en el historial.
-
Pienso…-
murmuro- ¿no sería más fácil decirles que no quieres ir?
Los
ojos claros de Dylan, su pelo rojizo y rizado el caía en la cara, mientras una
sonrisa traviesa se dibujaba en su cara pálida. Ese hombre conocía todos los
chismes del hospital, y la historia de que Dr. Austen y ella habían vivido
juntos no se le escapaba, al igual que en pocos días había logrado destriparla y
hacerle admitir cosas que no quería. Una de ellas, era admitir que añoraba a
James y que le dolía tremendamente que se hubiera ido para volver con la bruja
de su mujer. No le caía bien Michelle, era la típica mujer frívola y
superficial, que contaba cuantos anillos tenía en el dedo y cuantos vestidos
podía comprar en un día. A pesar de eso, era la mejor Pediatra del St. James y
precisamente por eso, había sido que James se había terminado enamorando de
ella, aunque con los años había descubierto que por muy buena doctora que
fuera, como persona era un caso perdido. Y aún así, él la había preferido…
-
Tú
tampoco es que le hicieras conocedor de tus sentimientos…- recriminó él con voz
divertida. Ese viejo parecía que podía leer los pensamientos, o lo que ella prefería
pensar es que era un libro abierto.
-
Está
casado… ¿recuerdas?- murmuró.- No pienso ser su querida…
-
Así
que lo pensaste…
No
hizo falta que se diera la vuelta para reconocer la voz. James siempre tenía
ese tono grave, ronco y con un cierto matiz dulce. Trago saliva y se quedó
mirando a Dylan que sonreía divertido, como si lo que le pasara a ella fuera lo
más excitante del mundo. Tomó una gran bocanada de aire y se giró para
encararse con él y decir cualquier mentira lo suficiente creíble para que
dejara cerrado el tema. Al hacerlo se arrepintió al momento. James parecía
apagado, su rostro normalmente lleno de vida estaba pálido, ojeroso y el
cabello revuelto, la barba le comenzaba a oscurecer la cara y sus ojos le
atravesaban el alma. Gimió.
-
No
he pensado nada. – cortó y se alejó a la puerta. Sintió la mano de él que se le
ceñía a la muñeca y tiraba de ella. Si no fuera porque Dylan estaba mirando,
sabía que la habría estampado contra la pared y besado. Una parte de ella moría
para que lo hiciera.
-
Nos
vemos a las ocho…- le susurró al oído y luego la dejó, aún sintiendo la calidez
de su mano sobre su muñeca y con el corazón desbocado en el pecho.
El
reloj marcaban las cinco para las ocho, y ella estaba encerrada en los
vestuarios, a medio desvestir y pensando que era lo que debía hacer. Su cerebro
coherente le decía que le enviara un mensaje y rechazara educadamente su
oferta, la otra tan sólo le pedía a gritos que fuera. Y quizás la que estaba
más tentada en hacer caso, era aquella voz que simplemente se callaba y esperaba
a que las otras dos tomaran un acuerdo. Entre sus cavilaciones no se interesó
en la gente que entraba, abría sus taquillas y se cambiaban haciendo el máximo
ruido que era posible. En una de esas sintió que alguien le empujaba. El golpe
la llevó a la realidad, y un hombre de estatura media, con cabello rizado
oscuro, piel morena y ojos verdes le miraba profundamente.
-
Tú
eres Emily…- sonrió cuando le ofreció la mano- Lamento haberte empujado…- movió
los ojos para que ella viera a sus compañeros apiñados en una esquina, como
adolescentes curiosos. Ella rio aunque no le llego la alegría a los ojos.
-
No
importa. –sonrió- me estaba quedado medio dormida. Tú eres Mark ¿cierto?
-
¿Te
acuerdas de mí?
La
felicidad y la alegría que desprendía ese chico hizo que se le pegara un poco.
No pudo evitar sonrojarse al ver que al menos, era popular entre los hombres
del hospital. Terminó de vestirse para buscar un poco de tiempo para aclarar
las ideas. Mark Grace era Oncologo, amigo de Michelle y James, razón por la que
más de una vez se había visto de copas con él. Como siempre que asistía a esas
reuniones, se ahogaba en alcohol no prestaba mucha atención a la gente, por lo
que él tampoco fue una persona que quedara grabada en su mente. Pero en ese
momento, cuando necesitaba una tercera opción para no ver a James, aquel chico
le vino como agua a un sediento.
La
noche era bastante fría cuando salieron del bar. Tembló y sintió como una tela
pesada caía sobre sus hombros. A su lado Mark se había quitado la chaqueta y
ofrecido, como todo un caballero antiguo. No pudo reprimir una carcajada, que
él avergonzado siguió. En silencio caminaron hasta llegar a su bloque de pisos,
en la puerta se quedó pensando si debía invitarle a pasar o dejar que se
marchara. En otras circunstancias le habría dado un beso en la mejilla y
despedido, pero después de más de un mes saliendo y él aguantando fielmente,
podía permitirle subir. Después de todo llevaba semanas sin ver a James,
después de haberle dado plantón aquel día. Sonrió para ella y miró a Mark,
abrió la puerta y con un leve movimiento de cabeza le invitó a pasar. Él abrió
los ojos sorprendido y sin cambiar la expresión pasó.
Las
puertas del ascensor se cerraron tras de ellos, al momento él le sujetó de la
cintura y le acercó a su pecho, acto seguido le beso. No fue agresivo, pero si
necesitado, como si aquello fuera lo que más necesitaba en ese momento.
Invadida por la necesidad de ser necesitada, levantó los brazos y le rodeó el
cuello con ellos, profundizando más su contacto y haciendo que sus cuerpos
tomaran consciencia del otro…
A
su lado roncaba, acurrucado sobre su espalda y abrazándola como queriendo que
no se separara de él. Aunque lo hubiera querido, no lo habría hecho. Sabía que
no era agradable levantarse después de una sesión de sexo y dejar al otro
dormido. No quería sentirse como una puta, pero en cierto modo así lo estaba
haciendo. En lo que llevaba de tiempo saliendo con él, había comprobado que no
le quería, no estaba enamorada de él y posiblemente no lo estaría nunca. En su
mente estaba aquel hombre, aquella garrapata que se había metido en su cuerpo,
bajo su piel y dejando marcas profundas y que dolían cuando se le pasaba la
mano por encima. Liberó una mano para colocarle un mechón de pelo detrás de la
oreja y deposiarle un dulce beso en la frente. Cerró los ojos e intentó dormir,
aunque sabía que jamás lo haría tan bien como lo había hecho entre los brazos
invisibles de James.
La
noticia de que estaba saliendo con Mark se expandió por todo el hospital como
la pólvora. Más pronto que tarde, en su hora de descanso se veía acosada por
las demás compañeras haciendo preguntas que no tenía ningún interés en
contestar, pero aún así por educación les daba pequeños detalles que apagarían
su curiosidad. Cuando ya la relación era conocida por todos, los rumores
acabaron y se vio trabajando tranquila. De vez en cuando Dylan le enviaba
alguna mirada acusadora y lamentaba por el pobre Mark, ella tan sólo lo
ignoraba y seguía con su vida. James tan sólo había sido una dilatación a la
vida de soltera y sin compromiso, nada más…
No
podía dormir, por muchas posturas cómodas que encontrara, no lograba entrar en
un sueño profundo. Sabía que si se seguía moviendo Mark despertaría y le
preguntaría si algo iba mal, y como había hecho antes le tendría que mentir.
Desde el primer día que durmió con él supo que no lo haría después. Simplemente
no podía sentirse segura entre los brazos de aquel hombre, por mucho que el
pudiera dar estabilidad o todas las cosas que buscaba. Mark no era James, y ese
era el problema que llevaba consigo desde el comienzo de la relación. Un día
harta de mentir sobre sus sentimientos le confesó que estaba superando un
romance antiguo, que por eso no podría darle su amor 100% y él, tan sólo sonrió
y dijo que esperaría. Y así llevaban medio año.
Cansada
de intentar dormir se levantó, no sin antes arroparlo y darle un dulce beso en
la frente. Salió a la sala, dónde estaba Meh, acurrucado en el sofá. Al verla
se estiró y esperó pacientemente a que se sentara, luego con la altivez normal
de un gato se sentó sobre su regazo y siguió durmiendo. Rio.
-
Ojalá
yo pudiera dormir como tu…- susurró mientras le acariciaba el pelaje.
Entre
la tranquilidad y el silencio de la noche, oyó como las puertas de la casa de
James se abrían y cerraban. No se oyó nada más, el eco de sus pisadas y como se
centraban en delante de la puerta de su casa. Sintió que se le formaba un nudo
en la garganta. Se levantó del sofá y caminó hasta la puerta, colocó la mano
sobre la superficie fría y fue como si lo sintiera ahí detrás…
-
Ven
conmigo…- susurró la voz detrás de la puerta.
Durante
un breve momento escuchó los ronquidos de Mark y supo que aunque fueran
relajante, no era lo que ella necesitaba. Bajó la mano hasta el pomo de la
puerta y la abrió…
Estaba
a punto de comenzar un nuevo episodio en su vida, aunque éste estaba tentado a
ser el primer y más feroz de los pecados ¿Estaba segura de querer hacerlo?
Al
abrir la puerta y ver el rostro cansado de James, supo que si… ya la caja de
pandora estaba abierta y no tenía intención de cerrarla.
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