Katherine: 6. Restos
6.
Restos:
La calle estaba oscura, a lo lejos se oían los murmullos de las personas esperando por entrar al cine o hablando en los restaurantes. El Ocimax, era un lugar bastante agradable. Para llegar ahí, tan sólo debía caminar unos diez o quince minutos, dependiendo del paso que iba y en bus, quizás con las paradas se tardaba un poquito menos. La gente solía quedar ahí para ir al cine, comer y recientemente para comprar artículos de electrónica, y unos pocos iban al gimnasio que habían abierto arriba. Katherine nunca había tenido la curiosidad suficiente para investigar ese recinto, pero en ese momento cuando lo único que quería era dejar de pensar. La idea de colarse por las escaleras del gimnasio le parecían demasiado irresistibles para negarse. No soportaba tener que escuchar los sollozos y gemidos que se oían detrás de las enormes puertas metálicas que daban a la sala de cine y donde ella, después de haber huido con la cabeza bien alta, estaba esperando a que sus compañeros salieran. También, debía agregar a su lista de cosas que pensar era ¿qué les iba a decir para salir así? Teoricamente era una película romántica, de llorar y de esas que a las mujeres le gustaba. Y ella, era la primera en devorar libros románticos, series y cualquier cosa, donde el tema principal fuera el amor. Pero precisamente, esa película...
La calle estaba oscura, a lo lejos se oían los murmullos de las personas esperando por entrar al cine o hablando en los restaurantes. El Ocimax, era un lugar bastante agradable. Para llegar ahí, tan sólo debía caminar unos diez o quince minutos, dependiendo del paso que iba y en bus, quizás con las paradas se tardaba un poquito menos. La gente solía quedar ahí para ir al cine, comer y recientemente para comprar artículos de electrónica, y unos pocos iban al gimnasio que habían abierto arriba. Katherine nunca había tenido la curiosidad suficiente para investigar ese recinto, pero en ese momento cuando lo único que quería era dejar de pensar. La idea de colarse por las escaleras del gimnasio le parecían demasiado irresistibles para negarse. No soportaba tener que escuchar los sollozos y gemidos que se oían detrás de las enormes puertas metálicas que daban a la sala de cine y donde ella, después de haber huido con la cabeza bien alta, estaba esperando a que sus compañeros salieran. También, debía agregar a su lista de cosas que pensar era ¿qué les iba a decir para salir así? Teoricamente era una película romántica, de llorar y de esas que a las mujeres le gustaba. Y ella, era la primera en devorar libros románticos, series y cualquier cosa, donde el tema principal fuera el amor. Pero precisamente, esa película...
-
¿Estás bien?- oyó una voz a su espalda, que le alejó de cualquier
tipo de pensamiento. El corazón le dio un brinco asustada, por lo
que no era de esperar que su rostro reflejara la sorpresa, pero aún
así sabiendo eso, la cara de la voz parecía mucho más preocupada
que la suya.- ¿Te encuentras bien?- volvió a preguntar, ésta vez
con una clara nota de ansiedad.
Podía
decir miles de mentiras, contar historias hasta perder la voz, e
incluso simplemente evadir la pregunta. Pero delante de aquellos ojos
color miel, esa voz grave y ronca, el cabello gris y esa piel
tostada, simplemente no pudo hacerlo. Con él no.
-
No lo sé...- las lágrimas se comenzaron a reunir en sus ojos,
amenazando por salir, haciéndole picar y la garganta se le formaba
un enorme nudo que era difícil de tragar. Su voz sonó ronca, su
aspecto pálido y el labio temblando preocupó más al hombre, que se
acercó a ella.
Alexandra
siempre le había dicho que era una cobarde. Desde tiempos pasados le
insistía que enfrentara a los problemas, que plantara cara y que se
hiciera notar. Pero había luchado tanto, y por mucho tiempo, que la
simple idea de hacerlo en ese momento le resultaba imposible. Dio dos
pasos para atrás y salió corriendo. Se tragó las lágrimas
mientras sacaba el móvil y escribía rápidamente a la dicha amiga
“No me encuentro bien, me voy a casa. Te quiero. Hablamos
mañana.” y sin pensarlo corrió hasta el único lugar donde le
darían respuestas, aunque parte de ellas ya las tenía...
No
veía nada, tampoco quería hacerlo, precisamente por eso se había
escondido entre sus brazos, intentando controlar las lágrimas y los
gemidos que salían de su garganta. Necesitaba recomponerse, tenía
que hablar con Nicolás y Toni. Pero por mucho que obligara a su
organismo a aceptar sus decisiones, estos hacía caso omiso. Se quedó
un largo rato aovillada en uno de los cómodos asientos del bar,
escuchando la voz ronca de los clientes y de vez en cuando, la aguda
voz de Toni. Sintió como alguien se sentaba a su lado. Sonrió
triste, al reconocer el aroma a lavanda de Nicolás. Tenía la mala
costumbre de ponerse esa colonia, y siempre ella le repetía lo mismo
“ hueles a baño.” pero ese día, no tenía ni fuerzas
para hacerlo.
Sentía
que todos sus músculos se volvían pesados y sus articulaciones
dejaban de funcionar. No tenía dolor físico y lo agradecía, porque
ya tenía bastante con el del alma, que comenzaba a sangrar sin
parar.
No
fue hasta que cerraron la barrera, limpiaron todo y le dejaron una
taza de chocolate caliente, que los dos se sentaron uno al lado de
otro para hablar con ella. Había mucho de que hablar, tanto cosas
buenas como cosas malas, pero ninguno de los tres estaba seguro si
realmente querían hacerlo. Por una parte por lo que significaba
aquello y la otra, por lo que podría desencadenar. Todos habían
sufrido suficiente... ¿había que remover la mierda?
-
¿Por qué está aquí?- preguntó ella, levantando la cabeza y
cogiendo la taza con las dos manos. El calor que emanaba ésta le
tranquilizó mínimamente y cuando el líquido caliente entró por su
boca, pudo volver a sentirse un poco más humana.
-
¿Está aquí?- Toni abrió los ojos sorprendido y miró a su marido,
que tenía la vista puesta en su cara con cara de arrepentimiento.
-
Me prometiste...
-
Yo no hice esa promesa...- le cortó Nicolás, con voz dura.- La hizo
su hermano.
-
Son una familia que no cumplen promesas... ¿eh?- agregó ella con
voz amarga, concentrándose en beber otra vez.- ¿Por qué... hay una
película?¿Como...?
Nicolás
se pasó la mano por su cabeza, hundió los dedos en su cabello y
suspiró. Se levantó de la mesa, entró a la barra y sacó una caja
con varios marcos de fotos. Todos éstos estaban llenos de polvo,
algo rotos y rayados, pero las fotos de su interior seguían igual.
Inmortalizando un momento que quizás nunca más se pudiera repetir.
Katherine introdujo la mano en la caja y sacó una foto de ella y
Jean. Ambos estaban uno junto al otro, sonriendo cada uno a su manera
y celebrando el año nuevo. Aunque en esa fecha ya había pasado. Sus
padres siempre le obligaban a pasar el año nuevo juntos, pero esa
vez se pudo escapar al día siguiente para tener su pequeña fiesta
privada, con sus amigos y su amor. Abrazó la foto, intentando
extraer la energía de el.
-
Hace dos años... tuvimos una crisis. - habló Nicolás dejándose
caer en la silla- El bar no marchaba bien, los números se nos iban y
una oportunidad apareció. - miró a su marido y le cogió la mano.-
Un hombre se intereso por las fotos... nos pidió si podía
comprarlas y al cabo de unos días nos pidió que le contaramos la
historia de éstas.
Por
primera vez desde que había vuelto a entrar, se fijo que en las
paredes estaban vacías. Años atrás estaban llenas de fotografía,
la mayoría de ella y Jean, en diferentes momentos de sus vidas y con
diferentes ropas. Todas y cada una de ellas, contaban su vida, su
amor... o por lo menos el amor de ella. Sonrió con tristeza. Nunca
llegaría a saber si era correspondido o no.
Volvió
a mirar a Nicolás que seguía hablando con voz ronca. Realmente
había dejado de prestar atención a lo que decía. Lo que le
importaba ya estaba contestado. No necesitaba saber más. Se terminó
el chocolate y se levantó dejando con la palabra en la boca a su
amigo.
-
Nos volveremos a ver. - sonrió y se marchó.
Tuvo
el móvil apagado durante toda la semana, aún corriendo el riesgo
que alguna llamada fuera importante. No necesitaba que el cacharro
estuviera sonando, cuando ni aguantaba su propia voz. Se encontraba
desconectada de la realidad, navegando a momentos de su pasado,
despertando una y otra vez en el mismo día, en el mismo momento y
siempre haciendo lo mismo. Mirándose las manos llenas de sangre.
Sabía
que si alguien tenía algo importante que decirle iría a su casa o
llamaría al teléfono fijo. Precisamente por eso, también estuvo
tentada de cortar la línea de ese teléfono también. Pero estaba
sola en casa, a sabiendas que sus padres podrían llamar en
cualquier momento. Así que la idea se evadió por completo.
Alexandra ya la había llamado y después Enrico, exigiendo que clase
de malestar tenía para enviar por la borda casi 10 euros en la
entrada del cine. Era consciente que las excusas que había puesto
eran muy patéticas, teniendo en cuenta que era una tacaña con el
dinero de mucho cuidado, pero realmente en ese estado no se imaginaba
nada mejor. Les había pedido a los dos que no vinieran a molestarla,
que solo necesitaba descansar y que el lunes estaría de vuelta llena
de energía.
Al
pensar en el lunes el estómago se le revolvió. Una idea amenazaba
por salir, pero se obligó a concentrarse en cualquiera cosa menos
eso, porque después de todo, sabía que si dejaba salir esa idea, el
lunes no podría ir a la Clínica Rotger... y esa era su misión.
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