A través de tus manos: 2. Roces

  1. Roces:
Una de las secretarias le esperaba en la entrada de la empresa, parecía algo inquieta y nerviosa; miraba el reloj a cada dos por tres, se pasaba la mano por la falda de tubo y suspiraba. Anastasia la mirada desde cierta distancia algo divertida, sabía que tenía que acercarse y quitarle la preocupación a la pobre mujer, pero en cierto modo, le agradaba eso de causar tanta preocupación a alguien. En cierto modo, era algo ridículamente cómico. Rió para sus adentros, se arregló el cabello y plancho la blusa de color rosa salmón y estiro los pantalones negros, enderezó la espalda y caminó hasta donde estaba la secretaria, que al verla suspiró totalmente calmada.
No fue hasta que estaba en el despacho, entendió el nervio de la mujer. Su lugar de trabajo era demasiado grande para lo que iba a hacer, el mobiliario sumamente escaso e incluso sobrio, pero toda esa sequedad mobiliaria, encima de la mesa de cristal, tenía unas enormes montañas de papeles, informes y carpetas. Al lado de todo eso, un ordenador apagado y al borde de la pantalla, había un post-it con las instrucciones para encenderlo. Se sintió algo ofendida, en esos tiempos ¿Quién no sabía encender un ordenador? Era consciente que su apariencia física no daba mucho que desear, y su ropa no acompañaba, pero de vestir mal y parecer una vieja, a ser una inepta había mucho camino... Observó desde la puerta de cristal, como la secretaria la observaba nerviosa y en el momento que vio como se ponía a trabajar, pareció estar tranquila. Suspiró, se sentó en la silla con ruedas, encendió el ordenador y nada más aparecer el escritorio, un sobre sobresalió del menú exigiendo que lo abrieran. Dudó un poco antes de hacer clic sobre el sobre amarillo, pero lo hizo.


Para: Anastasia Steels.
De: Christian Grey.
Asunto: Bienvenida.
Buenos días Señorita Steels. Espero que mi secretaria le haya atendido bien y ofrecido todo lo necesario para trabajar comodamente. Si necesita cualquier cosa, hágamelo saber enseguida.
Deseo que podamos trabajar en paz.
Christian Grey, director de Grey's Company.

Los ojos se le salían de la cuenca de los ojos. Tuvo que leer dos veces el documento para creerse lo que ahí había. Simplemente no podía creerse que su jefe, le estuviera escribiendo un correo, y mucho menos que se preocupara minimamente por ella. Se quedó quieta, delante de la pantalla pensando en si debía o no contestarle, aunque tampoco estaba muy segura de que debía contestarle. Miró la pila de documentos, cerró el correo y se centró en hacer su trabajo.

A las ocho de la noche aún se encontraba en la oficina, la pila de folios, documentos y demás habían acabado y tan sólo le quedaba terminar de rellenar unas fichas. Al terminar de rellenar un formulario, guardó todo, apagó el ordenador y salió del despacho. Todo estaba en silencio, las demás oficinas a la suya estaban cerradas, con la luz apagada y lo único que le iluminaba al ascensor eran las luces de los pasillos. Al llegar observó como una figura oscura se acercaba, no fue hasta que lo tenía delante de ella que lo reconoció...

  • Señor Grey...-susurró al hombre, cuando éste dibujó una sonrisa traviesa en sus labios.
  • Señorita Steels, ¿no ha sido de su agrado el primer día?- preguntó con voz neutra, mientras se colocaba a su lado esperando el ascensor.
  • ¿Perdón?
  • El correo, no recibí respuesta. ¿Debería ofenderme por ello?
  • ¿Qué? ¡No!- gimió y sintió que toda la cara se le ponía roja de forma progresiva. Durante cinco segundos dejó de respirar, y no lo volvió a hacer hasta que la puerta del ascensor se abrió y el la empujó con suavidad a dentro.

Las puertas del ascensor se cerraron, con ellos dos adentro y con un extraño y cargado ambiente. Anastasia no sabía si responderle la verdad, o fingir que no le había llegado o inventarse cualquier escusa que no sonara lo suficientemente falsa para que pensara que era una mentirosa. Se deslizó por el ascensor hasta tocar con su brazo la fría superficie de la pared, y cuando se sintió lo suficiente alejada de aquel hombre y segura contesto...

  • No sabía que decirle...- contestó sin pensar, y evidentemente fue muy honesta. Se maldijo por lo bajo.

Supuso que su respuesta le sorprendió, porque no emitió ninguna palabra y durante todo el trayecto hasta abajo tampoco dijo nada. Cuando las puertas se abrieron y salieron, Christian se paró delante del ascensor, la llamó con voz grave y antes de ella pudiera contestar nada, sentía que su brazo se ceñía en su cintura y le arrastraba a el, luego como su mano acariciaba su cabeza y sus labios besaban los suyos. Fue un beso de pocos segundos, pero tan salvaje e intenso que cuando Christian se separó y la dejó jadeando con las piernas temblando, simplemente no se podía mover..

  • Espero que mañana encuentre una palabra para contestarme, Señorita Steels. - dibujó una pícara sonrisa en sus labios, le guiñó el ojo y se marchó con esos andares altivos y sumamente pagado de si mismo.

No fue hasta que la figura de él desapareció que logró respirar y moverse. Caminó con las piernas temblorosas hasta su coche, con el corazón encogido en el pecho y con una extraña sensación en el cuerpo. Desde el día de la entrevista, tuvo la sensación que ese hombre tenía algo diferente a los demás, y que ella iba a sufrir por ello, pero había pensado que simplemente era una supestición loca por los nervios. Pero en ese momento, cuando su jefe le había robado un beso... ¿Cómo no pensarlo?

El correo seguía en su bandeja de entrada, aún tenía la sensación de sus labios en su boca y el corazón le seguía martillando en el pecho cada vez que entraba en el despacho, pero tampoco podía evitar no sentir nada de eso, cuando entraba y podía ver como los ojos grises de ese sujeto la miraban desde lejos, sentado en su gran sillón de cuero y sonriendo con suficiencia. ¿Qué quería ese hombre de ella?
Abrió el correo, buscó ese mensaje y apretó el botón para contestar, debía acabar con aquello, aunque tampoco sabía como hacerlo, después de todo ella no había sido quien lo había empezado. Realmente, no sabía ni que era lo que tenía que acabar, pero simplemente no podía quedarse sentada en su sillón, esperando que en cualquier momento el león entrara y la devorara, aunque una parte de ella lo estaba deseando y no era consciente de lo mucho que lo hacía, hasta que Christian pasaba delante de su oficina, acompañado de su séquito de secretarias guapas, rubias y sumamente leales. ¿Por qué se había fijado en ella? Abrió el documento, se hizo sonar los dedos y se dispuso a escribir un texto, lo suficiente escueto para no dar oportunidad a una segunda carta.

Para: Christian Grey.
De: Anastasia Steels.
Asunto: Bienvenida.
Estoy perfectamente, el despacho es acogedor y mis compañeros son simpáticos.
Le agradezco profundamente su preocupación, Señor Grey.
Lamento haber tardado en contestar.
Anastasia Steels, redactora de la Greys Company

En el momento de enviarlo se arrepintió, supo que aquel hombre desconocido encontraría cualquier excusa para contestarle, y obligarla a responderle y al hacerlo, se encontrarían en el ascensor y posiblemente le volvería a besar. Tembló, pero no supo si fue de placer o de miedo. Sabía que eso pasaría, porque no había sido sólo aquella vez... si no cientos más. Realmente podría quejarse, podría salir por partas, pero desde el primer momento que lo vio, se sintió hechizada ante el...y tan sólo quería que lo volviera a hacer, y quizás por eso, no le había contestado hasta ahora...
Deseo desde lo más profundo de su corazón, que Christian no leyera la verdad entre líneas, porque si era así, tenía bastante miedo de salir del despacho esa misma noche. Cerró la ventana del correo, y se centró en seguir sus tareas, olvidándose durante un rato de aquel maldito correo.

Pocos minutos después de cerrar todos los documentos, el ícono de un mensaje sobresalió de la pantalla y le saltó el corazón al ver de quien era... puso el cursor encima y al abrirlo una vez más se arrepintió de haber enviado aquel maldito correo. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Come Back!

Buscando al hombre perfecto. Cap.1

La Enfermedad del "Amor"