Menos que palabras: 4. Adiós

  1. Adiós:
Los días pasaban delante de sus ojos, sin interferencias y sin nadie que pudiera detener el reloj del tiempo. El mundo seguía y ella aún estaba detenida, había dejado de caminar aquella tarde cuando fue el último abrazo entre ellos dos... dónde lloró por última vez sobre su pecho, y siendo consciente que a partir de ese día todo sería diferente... pero jamás había llegado a pensar lo diferente que sería y lo duro... tener a la persona que más amaba delante de ella y no poder tocarla... Qué pasaría cuando lo tuviera tan lejos, que ni siquiera sus palabras pudieran llegarles ¿Qué pasaría?


El teléfono no dejaba de sonar y ella tan sólo lo observaba, esperando que en algún momento el sonido agudo y molesto se detuviera, pero por mucho que esperara, sabía que no dejaría de insistir hasta que alguien atendiera. Alguien de su casa, alguien, cualquiera otra persona... todos podía coger las llamadas, todos menos ella.
Suspiró aliviada cuando la mano grande y alargada de su padre cogió el cacharro y éste dejó de chillar. Kath observó a su padre, y éste tan sólo con un asentimiento la avisó para que se moviera. Se levantó del sofá con pereza, arrastró los pies hasta llegar a su habitación, dónde sentado en una silla, con la guitarra en las manos y con expresión concentrada se encontraba él...

  • Te vuelven a llamar...- informó con voz suave, y esperó que éste levantara los ojos de las cuerdas de la guitarra para verla. En su mirada había tanta tristeza como en la suya, o incluso más- ¿Quieres que digan que no estás?
  • No, ahora iré... - dejó el instrumento sobre la mesa, se levantó estiró brazos y hombros y antes de salir de la habitación le rosó la mano con la suya- no llores...

No estaba llorando, por lo menos no antes de que él le rosara con la mano. Esperó a que el saliera de la habitación, para soltar un sollozo seguido de cientos de lágrimas que corrían una detrás de otra de sus ojos. Intentó calmar los que amenazaban salir de sus labios, pero era en vano. Se dejó caer sobre la cama y lloró, lloró tanto hasta que del mismo cansancio se quedó dormida...
Al abrir los ojos, las ventanas estaban abiertas y desde lejos se veía una silueta entre la oscuridad. Kath podía estar todo lo ciega que quería, pero reconocería a larga distancia esa espalda, esa figura y esa voz. No hacía falta tener las gafas para saber quien era... por que lo reconocería a cien metros. Se levantó de la cama, arrastró los pies y le abrazó por las espalda, hundió la cabeza entre sus homoplatos y se pego a el...

  • Te quiero...-susurró intentando controlar las lágrimas. No era necesario decirlo, por que era obvio lo que sentía, tampoco necesitaba una respuesta, porque nada de lo que el dijera cambiaría nada.
  • Y yo...

Espero a que se girara y le estrechara entre sus brazos, sintió sus manos agarrándola tanto como fuera posible y pegándola a su pecho. Podían hacer más cosas, incluso besarse e incluso tener relaciones sexuales, pero... ¿a que coste? Al día siguiente el se iría, todo se acabaría y ella se quedaría totalmente sola.
Levantó la vista, estiró las manos y le acarició las mejillas, mientras con el dedo índice le acariciaba con dulzura sus gruesos labios, se puso de puntillas y le beso. Fue un beso largo, fuerte y lleno de sentimientos, aunque había un deje amargo que se quedo entre sus labios cuando se alejaron. Las lágrimas le volvieron a salir y una vez más se fucionaron en un último abrazo... el último abrazo para siempre.
La carretera estaba vacía, no había gente y aún el sol no había salido, los semáforos cambiaban de color, controlando el tráfico y los coches invisibles. Dentro de la cabina nadie decía nada; Kath conducía en silencio, mientras su padre estaba sentado de copiloto, Taisuke y su hermano en la parte de atrás. Ambos se habían ofrecido a acompañarla, sabían que cuando él cruzara la puerta de embarque, su hija e hermana colapsaría, caería al suelo y no dejaría de llorar... era un hecho, y ella lo sabía. No quería hablar, porque se le rompería la voz, y tenía tantas cosas que decir... el último mes había sido horrible, peor que malo... había tenido que mantenerse ausente del mundo, desconectar su móvil y no entrar a sus páginas sociales, no podía existir porque Taisuke existía...
La pantalla del ordenador está encendida, puedo ver como un hombre serio, con cabello negro y liso me mira con el ceño fruncido. Yo me echo para atrás algo aturdida. No se quien es, pero por la postura tensa de Taisuke a mi lado, se que debe ser alguien importante, alguien con la suficiente autoridad para acobardar a mi pequeña estrella.

  • Fujigaya-san, entiendo su situación y que quiera quedarse el último tiempo que le queda en la casa de Llinares-san, pero debe entender que está en una situación delicada- explica con voz severa, sin apartar la vista de mi.

No entiendo nada de lo que dice, honestamente si que lo entiendo, pero no quiero hacerlo. Taisuke debe alejarse de mi casa antes de su partida y no quiero, pero una vez más yo no puedo hacer nada. Trago saliva y cierro las manos sobre mis pantalones, siento como él coloca su mano encima de la mía, infundandome valor. Intento sonreír, pero la felicidad no me llega ni a la comisura de los labios.

  • Entiendo, pero... ¿no hay otra opción?- pregunta Taisuke sin soltar mi mano y sin dejar de mirar la pantalla.
  • La hay, pero dudo que te guste...

Fingir que no existía era la única opción para que él se quedara el ultimo tiempo con ella, debía dejar de respirar a su lado, dejar de estar a su lado, por lo menos ante la mirada pública. Las calles de palma se habían llenado de fotógrafos y periodistas japoneses, la radio había comenzado a hablar de él e incluso la televisión había comenzado a hace publicidad que un ídolo Japonés había estado viviendo en esa pequeña isla, por lo que, él debía estar, pero ella no... nadie podía saber que había estado viviendo con una mujer, porque su reputación podría caer o incluso peor, podrían salir rumores...Y ahí estaba ella, conduciendo en silencio sin hablar y prácticamente sin respirar, después de un mes de reclutamiento en su propia casa, sin poder expresar sus sentimientos... tal había sido el cambio que ni podían compartir habitación, tampoco pasear o dejar que se vieran en público. Su existencia debía ser ajena para el mundo... incluso en ese momento, cuando conducía por las calles silenciosas y oscuras...

No había ningún coche en el areopuerto, tan sólo algún taxi esperando clientes o el primer bus de la mañana. Nadie más. No había personas caminando por los pasillos, y la luz de la terminal se veía muy lejos para ella... aparcó el coche en la zona de taxi, aun sabiendo el rostro contraído y disgustado de éstos mismos. Se quedó sentada y apagó el motor mientas su padre y hermano abrían las puertas y sacaban las maletas del maletero, tan sólo fue Taisuke se quedó con ella, también en silencio...

  • ...no digas nada...-suplicó con la voz rota al escuchar como abría la boca para hablar- por favor..- su voz sonó rota y amargas lágrimas caliente le brotaban de los ojos una detrás de otras.
  • Lo siento...-susurró antes de salir del coche

Kath lloró en silencio y apoyó la cabeza sobre el volante, ocultando su rostro y amargura, no quería levantar la cabeza para mirar como él se marchaba, pero cuando alguien llamó al cristal de su puerta no pudo hacer nada. Levantó la cabeza para encontrarse el rostro de Taisuke, éste con una débil sonrisa pedía que bajara el cristal, ella obedeció aún con las lágrimas cayendo de sus ojos. Cuando el cristal toco fondo, asomó un poco la cabeza por el marco para encontrarse el rostro de el muy cerca, en ese momento el acortó las distancias y le dio un dulce y amargo beso..

  • Te quiero...-susurro.

Esas fueron las últimas palabras que pudo oír Kath, se estuvieron repitiendo en su cabeza como un amargo eco, segundo tras segundo y minuto tras minuto. No fue hasta que su padre y hermano entraron en el coche que el eco de las palabras de Taisuke dejaron de resonar en su mente. Arranco el motor y condujo en silencio...

Al llegar a su casa y ver su habitación vacía sintió como si volviera a empezar de nuevo, y el primer paso era olvidarse de que él estuvo ahí..

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