A través de tus manos: Capítulo final.

  1. Deseo:
Había firmado el contrato. Lo había hecho sin pensarlo dos veces más. Los ojos de Christian estaban abiertos, sorprendidos y sus labios entreabiertos, como luchando para no soltar palabra. Cuando dejó el bolígrafo encima de la mesa, sintió que el pecho se le cerraba y le costó respirar... No estaba segura a que cláusulas había accedido, quizás era todo una mentira, una jugarreta. Pero cuando le miraba a los ojos, algo en su interior sabía que él jamás le haría daño... nunca, aunque una parte de ella quería que le hiciera daño, no en el físico sino en el sentimental. Quería que Christian Grey dejara una huella en su corazón, por eso había firmado.


Tenía la mano grande, la piel gruesa y cálida. Entrelazar los dedos con él era una sensación agradable, y el aroma que emanaba su abrigo hacía que aquel paseo fuera extraño. Se había pasado años paseando por esos mismos caminos, viendo las tiendas y luchando contra el frío, pero junto Christian parecía que incluso la cosa más estúpida fuera especial. Sonrió cuando él se quedó observando una pareja dándose un tímido beso, vio como sus mejillas se sonrosabas y su agarre se volvía algo más inseguro. ¿En serio le da vergüenza besarme? Pensó para sus adentros ¡Pero si me violó en el ascensor! Siguió discutiendo interiormente con su yo interior. Rió divertida, cuando le soltó la mano, le tiró de la corbata y le beso en los labios. Cuando sintió su pecho contra el suyo, y sus labios moviéndose con los suyos, se arrepintió pero una fuerza magnética le atraía y le impedía alejarse. Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir estaban caminando rápidamente hacia Escala...

Sus manos cálidas le iban acariciando la espalda desnuda, mientras sus ardientes labios la iban besando por el cuello, hasta detenerse en sus clavículas y pechos. Su lengua trazaba pequeños y peligroso círculos sobre sus pezones haciéndole gemir, perdiendo la noción del tiempo y el control de su cuerpo. Al abrir nuevamente los ojos, tan sólo sentía como las manos de Christian le arrancaban la falda y las bragas, luego como le abrían las piernas y su lengua húmeda y ágil recorría cada rincón de su vagina. Gimió y grito hasta que sintió que algo salía de ella. Arqueó la espalda y estiró los brazos buscando su cara, la sujetó y beso. Saboreó los labios de él, con un leve rastro de ella. Pegó su pecho descubierto sobre el de él, hasta fusionarse en un ardiente abrazo. Cerró los ojos y cuando los volvió a abrir, estaba acostada, boca arriba con una sensación de éxtasis plena y de desconcierto absoluto. ¿En qué momento había pasado?¿Cuándo dejó de pensar y comenzó a actuar?
Giró sobre su cuerpo para encontrarse sola en la cama, a su lado estaba el hueco de Christian aún cálido, pero sin ninguna presencia de él. Se levanto de la cama, buscó algo para taparse y caminó por los pasillos oscuros hasta llegar a la sala. Él estaba mirando por las vitrinas, con el pecho desnudo y los boxer bien ajustado a sus fuertes y suaves nalgas. Anastasia intentó no pensar en nada de lo ocurrido hacía tiempo atrás, pero no pudo evitar pensar que ése culo magestuoso le pertenecía. Después de todo había firmado un contrato...

  • ¿Estás bien?- preguntó él al escucharla pararse. Anastasia asintió y se colocó a su lado- No podía dormir...-explicó con voz queda- no... quería que fuera así...
  • ¿El qué?
  • Tu primera vez...- murmuró- se suponía que en el contrato especulaba flores y chocolates, y yo la he roto.

Su cerebro comenzó a procesar la información de forma apresurada, intentando buscar lo que estaba diciendo, pero por mucho que esforzara la mente tan sólo recordaba los labios de Christian recorriendo partes de su cuerpo que ni ella conocía. Impulsada por algo desconocido de ella, como tantas cosas, le abrazó. Él saltó pero no se apartó, cerró los ojos como si aquello le costara mucho más que cualquier otra cosa que hubiera hecho.

  • Está bien...-susurró aún escondiendo su cabeza en su pecho- está bien. Me ha gustado mi primera vez.
  • Anastasia...- le coge la cara entre sus manos y le hace mirarla- no soy como los demás hombres que conoces... y quiero ser bueno para ti.
  • Es que no quiero que seas como los demás hombres...

La conversación fue interrumpida por la Señora Giles, que entró a la sala con una bandeja y dos tazas de te humeante. Sonrió y dejó la bandeja en una esquina de la mesa, miró a Christian y tan silenciosa como llegó se marchó. A partir de ese momento, Christian no volvió a hablar del tema y Anastasia tampoco insistió.

Los días comenzaron a pasar como un vendaval; arrastrando todo a su paso y dejando huellas que serían difíciles de olvidar. Christian seguía siendo un jefe extraño, exigente y de vez en cuando algo agobiante, pero al mismo tiempo era un novio atento, cuidadoso y sumamente especial.
Envuelta en sus pensamientos, pasaba las páginas de unos cuantos informes, mientras oía desde un segundo plano algunas conversaciones, entre ellas a Christian molesto, gruñendo y gritando a sus empleados. Sonrió divertida al saber que nadie más que ella conocía según que gritos, y que desde luego no eran gritos de enojo. Pensando en eso, llegó a encontrar el sobre con el contrato y el resguardo que le habían dado. Se quedó mirándolo y trato de pensar en sus sentimientos actuales y como había llegado hasta ese entonces...
Giro la cabeza para encontrarse con su figura, no muy lejos de donde estaba ella y con una sonrisa pícara en los labios...
¿Qué le había hecho ese hombre? Sonrió y casi como por arte de magia se levantó de la silla y le siguió al ascensor...
El contrato de noviazgo estaba firmado, lo único que quedaba después era conocerse poco a poco, pero lo mejor era conocerse a través de las manos de él. De Christian Grey.


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