A través de tus manos: 4. Contrato.
- Contrato:
La cafetería era de todo,
menos íntima. Parecía que Christian quería tener muchos
observadoras al momento de decir su oferta. O por lo menos eso creía
ella. El recinto era grande, abarrotado de personas y con una música
de fondo era algo inadecuada para la hora del día. Anastasia se
sentó en la silla que él le había abierto especialmente cuando la
vio entrar. Ambos se sonrieron con timidez y esperaron a que el
camarero les trajera dos tazas de café humeante para ponerse a
hablar...
Ninguno había tocado la
bebida, cuando la música se paró y Christian abrió la boca para
comenzar a hablar. Anastasia tensó los hombros y rehuyó a su mirada
observando la taza de café, con los grumitos de leche pegados en los
bordes de la taza.
- ¿A que temes?- quiso saber él, manteniendo un tono de voz suave, pero al mismo tiempo lo suficiente alto para que ella lo escuchara con claridad.
- A ti...- contestó sin pensar y al momento se arrepintió. Mierda, ahora me despide. Se maldijo.
- No me temas – su tono era más de petición que de afirmación, y por eso levantó la vista de la taza para verla.- No te haré daño jamás.
Al escuchar eso abrió los
ojos sorprendida. Cuando había dicho que temía, no era por el miedo
de hacerle nada, si no más bien a lo que él le hacía sentir, a
aquello que quería que él le hiciera. Era como si hubiera
despertado a una Anastasia diferente, a una mujer salvaje. En esos
momentos, había pensado cientos de formas de desatarle la corbata y
comerle los labios, pero todas esas marranadas mentales se habían
cortado al notar la ansiedad en la voz de él. ¿Cómo podría pensar
que esa criatura divina podría hacerle daño?
Aunque evidentemente, no
sabía dónde se estaba metiendo, y realmente no estaba del todo
segura si quería meterse en algo con ese hombre.
Tenía un sobre amarillo
encima de la mesa, era lo suficiente grueso para dar a entender que
había cientos de páginas y lo increíblemente importante, porque a
cada día que pasaba, tenía mensajes de Christian preguntado si lo
había leído o minimamente abierto.
Y la respuesta correcta era
que ni lo había abierto. Seguía temiendo el contenido, pero al
mismo tiempo se moría de ganas por comprobarlo, pero era consciente
que llevarse eso a su apartamento era una clara guerra para que Kate
preguntara qué era, y también era una clara muestra de preferencia
hacia todos sus compañeros de oficinas. En definitiva, o se metía
al baño a abrirlo o compraba una máquina de rayos X para comprobar
el contenido.
Rendida por el acoso
continuo de su jefe, decidió quedarse recluida en la oficina después
del horario laboral de todos, e incluso de él para poder abrir el
sobre...
Los folios eran de esos
caros; gruesos y lisos, con acabado satinado. Las letras eran
normales, con una tinta perfecta y todo justificado para que no
quedara visualmente feo. Era un detalle para la vista. En cierto modo
ese detalle le agradó. Una parte de su cerebro pensó que quizás
Christian había especificado que lo hicieran así, tan sólo para
cautivarla más...
- Tonto...-siseó como una tonta enamorada.
El contenido del contrato
era extraño. Se podía decir que era una clara oferta de deseos
sexuales, pero que simplemente por respeto ocultaba con proposiciones
indecentes como “Dormir juntos” o “ir cogidos de la manos”. O
por lo menos, eso ponía en cada título de los puntos. “Ofertas
indecentes, como cogerte la mano cada día”. A cada hoja que iba
dejando en la mesa, las carcajadas le iban saliendo . Simplemente no
podía tomarse eso en serio... ¿Qué clase de persona pedía permiso
para tocarla? Le había besado en el ascensor, prácticamente la
había violado ahí dentro, y en cierto modo se maldecía por querer
que lo hiciera nuevamente. Pero en vez de decirle directamente
“Acuéstate conmigo” ponía propuestas como “Cenar juntos”...
Era absurdo.
Se apartó una lágrima de
los ojos, cuando vio como el propietario de la oferta la miraba con
el rostro contraído por la pena. En ese momento pensó que Christian
se descomprondía, parecía como si le hubieran apuñalado...
- ¡No es lo que parece!- al momento de decirlo se sintió ridícula. ¿Qué estaba pasando? Parecía la escena de una mala película de comedia.
- No sé que es lo que no parece...- habló él pausadamente.
Y realmente ella no sabía
de que se estaba justificando, pero tenía la necesidad absurda de
hacerlo. El famoso Christian Grey, el hombre más atractivo del
planeta le estaba ofreciendo un contrato para ser pareja, y ella se
estaba echando a reír de lo absurdo, cuando lo único que quería
era que le arrancara la ropa y le hiciera el amor ahí mismo... Algo
en su cabeza estaba mal.
La casa de Christian era
grande, decorada con austeridad pero con buen gusto, había algunos
puntos de color mientras otro totalmente blancos. Parecía una
especie de galería de arte, con tantos cuadros y todo tan blanco.
Antes de que ella pudiera comentar nada, ya una mujer de aspecto
amable le ofrecía una taza de té, mientras que a él le daba una
taza de café. Los dos se sentaron en el sofá, y como aquella vez
esperaron en silencio un rato, hasta que ésta vez fue ella quien
hablo...
- ¿Por qué?- preguntó mientras daba golpecitos al contrato con el dedo índice.
- Quiero que haya algo que demuestre que no te obligo a nada...- murmura hundiéndose de hombros.
- ¿Obligarme a salir contigo?- no puede vitar reírse.
- No soy el típico hombre Anastasia, no estoy acostumbrado a sentir esto...
Era una clara declaración
de amor, pero ella aún no estaba segura si lo que sentía por ese
hombre era amor... o otra cosa.
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