La Enfermedad del "Amor": Capítulo 7
Capítulo siete:
El tiempo es relativo cuando no puedes
moverte de un lugar. A pesar de que tengo las persianas abiertas, el
portátil y una televisión los minutos no pasan igual. Siento el
peso de las horas en mis articulaciones y el cansancio de las semanas
acostada en aquella incómoda cama. No puedo moverme, no pudo salir y
mucho menos puedo quejarme. Estoy encerrada sin que nadie me ofrezca
un poco de luz. Es verdad, me muero, pero sigo viva y eso parece que
la gente del otro lado de la habitación no entienden. Suspiro
frustrada y observo la pesada máquina que está conectada a mi
pecho. Abro la camisa hasta ver el borde del cable pegado justo por
debajo de mi teta. Frunzo el ceño y pienso en quitármelo, pero si
lo hago una alarma se activará y volveré a tener a enfermeras
asustadas buscando la forma que la muerte no me lleve. Vuelvo a
suspirar y cierro la camisa. Me acercó al borde de la cama y busco a
ciegas las zapatillas. El suelo está frío pero me alegra saber que
aún puedo mantenerme en pie. Muevo la mesa donde está la máquina y
compruebo esperanzada que tiene ruedas y no hay más cables
conectados que el de mi pecho. Estoy dispuesta a salir de esa
habitación, relacionarme con gente viva y disfrutar minimamente de
lo que me queda de tiempo. Ya he renunciado a la posibilidad de que
Jack se acuerde de mi. No pueden obligar a alguien a recordarse de
algo que no quiere. Sonrió con melancolía antes de dirigirme a la
puerta. Ésta se abre y aparece el único ser que no quería ver en
este estado: Jack.
Nos pasamos unos largos segundos
observándonos, sin saber que decir. Él no se mueve y yo no me
muevo. Así nos quedamos hasta que mis piernas ceden al cansancio y
caigo al suelo. No sé porque no grite, porque el suelo está
realmente frío. Otra vez nos quedamos mirándonos, como si
hubiéramos sido pillados haciendo una travesura. Él sonríe y rompe
a reír, yo le imito aún en el suelo. Sin explicaciones se acerca a
mi, me coge en brazos y me deposita con cuidado sobre la cama. Todo
ese trayecto lo pasé encogida, esperando a que la máquina comenzara
a berrear o a hacer algún tipo de escándalo, pero nada. Mi corazón
seguía latiendo en mi pecho. Tum-tum-tum. Tranquilo y
dichoso. Sonrió por primera vez en mucho tiempo.
Esa escena extraña y llena de diversión
se repitió a lo largo de las semanas, haciendo que esperara
impaciente al cambio de guardia para reunirme con Jack una vez más.
Realmente no hablábamos de nada, tan sólo se sentaba en la butaca y
me miraba. Yo de mientras leía un libro o simplemente le observaba
distraída. Había envejecido, mucho más de lo que hubiera esperado,
pero seguía manteniendo esos aires atractivos que me enamoraron. Su
sonrisa pícara, aquellos ojos profundos que te atravesaban y esa voz
grave y ronca, susurrándome al oído que me quería, sin utilizar
esas palabras. Solía terminar llorando, pero él jamás preguntaba
por qué. Nunca se acercaba y me tocaba, jamás pedía explicaciones
y mucho menos, parecía comprender porque debía salir corriendo
cuando Sam o algún familiar entraban a verme. Si he de ser honesta,
yo tampoco. Pero esa regla no hablada se había vuelto parte de
nuestra rutina. Volvía a tener rutina con el amor de mi vida, aunque
él parecía no recordarse del pasado y en cierto modo, a mi no me
importaba. Mi corazón seguía latiendo. Seguía viva.
Dos meses. Miro el calendario de la
habitación y observo como las paredes blancas y sin vida se han ido
llenando de dibujos, fotos y la mesa se iba cubriendo por flores de
diferentes formas. En la mesa de noche habían unos cuantos libros
apilados, en el armario regalos desenvueltos y ropa que casi nunca me
ponía. Una fría habitación de hospital se ha vuelto la habitación
de mi apartamento. Sonrió contenta mientras agradezco un día más
estar con vida. En parte, sé porque es, pero no quiero aceptar la
teoría de Sam. Jack sigue sin acordarse de mi y sigo respirando con
normalidad. No hay relación entre una cosa y la otra, pero sigo
viva. Estoy tentada en decirle la verdad cuando venga, pero al
abrirse la puerta y entrar Jack, con un ramo de flores rojas y la
cara algo roja, pierdo en absoluto el norte de mis pensamientos. Por
primera vez en mucho tiempo siento como el corazón me late
ligeramente más de prisa, la máquina pita. Él me mira alarmado, yo
miro a la máquina alarmada y después los dos hacemos lo mismo a la
puerta. Nos quedamos en silencio unos segundos para explotar a reír
nuevamente. La risa oculta el pitido, pero no me importa. Soy feliz.
Noto como las lágrimas se me salen de los ojos y poco a poco van
empapando la sábana. Sollozo y no dejo de llorar. A pesar de que no
logro verlo Jack está nervioso, caminando de un lado a otro de la
habitación sin saber que hacer. No oigo nada y luego siento sus
manos en mis hombros, para luego aspirar su aroma cuando me estrecha
en su pecho.
- Siempre te estoy haciendo llorar.
Dice con voz más grave de lo habitual,
con unas notas de dolor. Lloró más. Ha dicho algo que siempre
decía. Sigo llorando.
- Lo siento.
Vuelve a decir y se queja. Levanto la cara
asustada y veo como se toca la cabeza. Le duele. La máquina comienza
a sonar más duro, siento una fuerte punzada en el corazón y el
ruido cada vez es más agudo. Durante un segundo me quedo sin aire y
luego todo se vuelve oscuro. Estoy asustada, he tenido otro ataque,
pero soy feliz. Jack se acuerda de algo. Se acuerda de mi.
¡Amo esta historia! Y ha sido tan lindo que Jack se acerque a ella a pesar de que no la recuerda o no se dicen mucho <3 es un encanto la historia.
ResponderEliminarEstaré esperando el próximo capítulo
¡Cuidate!
Bye!
¿A que si? ¡Es tan adorable Jack! Aunque en el fondo es un poco malote, pero bueno...¡Me encanta que ames mi historia! (una mini Kath corriendo desesperada de felicidad)
Eliminar¡Gracias!