Menos que palabras: 2. Absurdo
2. Absurdo:
Estaba sumida en un torbellino de
sensaciones; sentía felicidad, enojo, tristeza y miedo. No estaba
segura por cual de ellas decantarse, porque dentro suya, sabía que
todas ellas eran necesarias. No podía simplemente elegir una y
desechar las demás, primero porque sería injusto, y después porque
sería estúpido desechar algo, cuando no sabe porque se necesita.
Sentía que algo extraño había pasado
en su vida, algo totalmente significativo y aún así, sabiendo eso,
no podía ordenarlos en su mente. Su cabeza era un puzzle enorme, con
ciento de fichas todas del mismo color pero de formas diferentes, por
lo que, por mucho que eligiera le era imposible colocarla en su
lugar... y así estaba, con un montón de imágenes en su mente, pero
desconociendo su orden...
Abrió la puerta de la habitación con
cuidado, observando cada rincón de la estancia y deseando no hacer
ruido, no quería despertarlo, no aún cuando no sabía que cara
poner al verlo. Necesitaba un tiempo prudencial para ordenarse
emocionalmente, y decidir como podía proceder en todo lo demás,
porque, a pesar de que era una persona más, un invitado más en su
casa, la presencia de él cambiaba totalmente todo; primero no era de
la zona, por lo que no sabía el idioma, después, había perdido un
vuelo importante y quizás, lo que más le implicaba a ella... ¿Cómo
se lo iba a decir a su padre? Había metido a un desconocido en su
casa, le había ofrecido cobijo, alimento y ropa cómoda para pasar
la noche... era un tema delicado, no para ella, sino para su padre.
Ella le conocía, se había pasado noches enteras fantaseando estando
a su lado, imaginándose que sería vivir al lado de alguien que
brillaba tanto... y después de tantas noches en vela, ahí lo
tenia...
Era como una extraña broma del destino,
te ofrecen una cosa importante, pero justamente en el momento que tus
sentimientos no lo puedan canalizar. Sonrió entre triste y feliz,
cuando se sentó en la silla de su habitación y lo observó
dormir...
- ¿Qué debo hacer? - susurró para ella mientras contemplaba como iba abriendo los ojos poco a poco. Sonrió.- Buenos días- saludó en japones, el sonrió avergonzado haciendo una pequeña reverencia.
- Gracias por todo...-agradeció en inglés cavernícola.
Ella negó y mantuvo su sonrisa triste.
Suspiro y escuchó con cuidado como su padre se despertaba, salía de
la habitación y pisaba fuerte. Ya había comenzado el día, y ella
aún no sabía como enfrentarse a la situación...
Tenía la página de la compañía
abierta en el ordenador, extendido en la mesa una libreta con un
bolígrafo, montañas de folios en blanco y un enorme diccionario de
japonés. Sentado a su lado se encontraba él, con la espalda bien
erguida y observando la pantalla con seriedad, mientras le iba dando
indicaciones con monosílabos que ambos entendían. Después de haber
desayunado y comunicado con pocas palabras, habían llegado a un
consenso; debían comunicarse con Japón y decirle que él estaba
bien, el único problema es que ninguno de los dos poseía los
números para hacerlo. El móvil de Taisuke tenía una larga lista de
contactos, pero parecía que todas estaban mal escritas, porque a
cada llamada que daban, todas las personas que atendían hablaban en
español, por lo que dejaron el móvil de lado, y se centraron en el
internet. Habían llegado a la página oficial de la compañía, pero
por desgracia tenían todos los números protegidos, y por muchas
veces que clicaran para abrir alguna dirección, ésta les remitía a
una página de error. Al ir pasando los minutos, Kath sentía como la
energía de Taisuke iba decayendo, su rostro iba perdiendo la luz y
la esperanza de comunicarse con alguien parecía nula... después de
unos cuantos intentos más sin éxito, decidieron utilizar el método
más sencillo, y posiblemente el que posiblemente, no dieran
resultados inmediatos: Un correo. Encontraron la dirección de correo
de la agencia de su grupo, la copiaron y desde el correo de ella le
enviaron un mensaje, en él, ponía que Taisuke estaba bien, que
había cogido un vuelo equivocado y que estaba en otro lugar, que se
pusieran en contacto con el tan pronto como fuera posible. A pesar de
que podían poner más datos, sabían que cuantos menos cosas
pusieran, daría la impresión de más urgencia, por lo que llegaría
respuesta antes. Al cerrar la pagina web ambos se recostaron en el
respaldo de la silla y soltaron un suspiro, al escucharse al otro se
miraron y soltaron una risa de complicidad. No podían hacer más que
esperar...
El padre de Kath parecía el grito de
Munch; su rostro estaba pálido y tenía una expresión horrorizada.
Ella no sabía que decirle, tampoco como explicarle que hacía aquel
hombre en su habitación, y mucho menos con su ropa. Tan sólo se le
venían escusas estúpidas y sobre todo mentiras. La primera es que
“Es un amigo de la Universidad”, que se apartó rápidamente
porque su padre trabajaba ahí, así que seguramente lo hubiera
visto, por lo que la rechazó, la siguiente fue “Mi novio”, pero
tan sólo pensarla se sintió tan terriblemente mal por mentir, que
también la apartó. Después de cientos de ideas, se decantó por la
más normal y la más humana; le contó la verdad...
En pocas horas, el padre ya se había
acostumbrado de ver a Taisuke en la habitación de ella, sentado en
la cama, otras veces en la silla, pero siempre metido ahí. Quieto,
sin hacerse escuchar o que se notara su presencia.
- ¿Por qué no le llevas a dar una vuelta? - sugirió él después de verlo tirado en el suelo, mirando el techo.
- ¿Sacarlo?¿Como si fuera un perro? - pregunta ella entre divertida y emocionada- No se si le hará gracia... parece que todavía está algo asustado.
- ¡Oh vamos hija! ¿No quieres ir con el por la calle? - murmura en voz baja, y sonríe al ver como el rostro de Kath se iba volviendo rojo lentamente- Anda vístete y invítale a tomar un helado o algo...- le empuja y entra en la habitación.
Entró en la habitación, aún con las
mejillas encendidas y el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
Sabía hablar japonés a su nivel básico académico, pero aún así,
no encontraba las palabras correctas para pedirle aquello. Era una
oferta bastante sencilla, y totalmente inocente, pero para ella, que
había soñado con salir a caminar con él tantas veces, era como
pedirle a un dios un deseo, sabiendo evidentemente, que éste te
pueda oír y concedértelo.
Al verla entrar a la habitación, sonrió
y se incorporó del suelo, sentándose de rodillas y esperando
atentamente a que ella le dijera algo. Ante aquel movimiento tan
cortes y diplomático Kath frunció el ceño, se sentó a su lado y
antes de pedirle que saliera con ella...
- Relájate...- murmura mientras le cogía la mano y se la apretaba con fuerza y ternura- no estamos en japón, no hace falta tanto respeto..- sonríe intentando tranquilizarle. Ante sus palabras, Taisuke soltó todo el aire contenido y relajó los brazos y hombros- ¿Quieres tomar un helado?
- Me encantaría- respondió dibujando una tímida sonrisa.
Quizás fue un extraño inicio para una
convivencia en armonía en casa. O por lo menos eso pensó ella
cuando salió de su apartamento junto con él, y al volver, seguía
pensando lo mismo, pero con una triste sensación en el cuerpo.
Taisuke no se quedaría por siempre, no estaba segura de cuando
tendría que regresar y mucho menos, si los de la compañía
recibirían su correo. Cuando cerró la puerta de su habitación y lo
dejó acostado en la cama, temió que cuando se levantará el no
estuviera... motivada por un extraño impulso entró nuevamente y lo
encontró quitándose la camisa. Fue un momento incómodo aquel, pero
ella bajo la cabeza avergonzada y se giró, pero sin salir de la
habitación...
- Te importa... ¿qué duerma aquí? - preguntó muerta de vergüenza, sintiendo que las mejillas le ardían y el corazón le latía fuerte en el pecho.
- ¿Importarme? - escuchó como él se terminaba de poner la camisa, y luego como sus grandes y cálidas manos le giraba con cuidado y por último su tierna sonrisa- es tu casa, y yo soy tu invitado... - sonríe- pero si quieres, duerme conmigo...-murmuro divertido.
No fueron unas palabras románticas, y
tampoco una invitación indecorosa, pero cuando quitó las sábanas
de la cama y se hundió en su cama, escuchando como él se acomodaba
en el colchón de abajó, sintió que fue una escena de película.
Apagó la luz cuando supo que él ya estaba listo, y al estar la
habitación oscura se acomodó para observarle; tenía a una estrella
durmiendo a su lado, quizás no brillaría con tanta fuerza en
aquella pequeña habitación, y mucho menos fuera de ella, porque
nadie le conocía, pero dentro de su pecho... esa luz era casi
cegadora.
Observándolo dormir, dejó que el sueño
cayera en ella, temía que al despertarse él no estuviera, pero
tampoco se iba a asustar si era así, porque después de todo... si
había sido un sueño, había sido el mejor que nunca tuvo...
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