Pierrot: 8. Sospechas

8. Sospechas:

Desde la supuesta muerte de su primo, su vida se había convertido en un remolino de días, sin importancia y constancia de como pasaba el tiempo. Sabía por los demás o por el tiempo en que época del año se encontraban, pero aún así para ella no era importante. La vida seguía aunque él no estuviera, y precisamente por ese pensamiento terminó casada con Gaara, un hombre que constantemente era consciente del tiempo, y aún así con ese cambio, tampoco había sido muy considerada con ello… pero en ese preciso momento de su vida, tenía un recordatorio del que tiempo iba pasando, con lentitud y de forma tortuosa.

-      Al parecer el embarazo está marchando bien, Mi señora.- habló el médico real, mientras le bajaba el camisón interior y la cubría con la sábanas.- La criatura está fuerte y su estado de salud no podría ser mejor.- dibujó una sonrisa tranquila. Ella rio para sus adentros. Sabía que Lee no le gustaba mucho asistir a los partos, pero era el único que Gaara le tenía el suficiente respeto para dejar a su esposa y reina sola y abierta de piernas para él.
-      Gracias Lee…- suspiró con tranquilidad- espero que pronto salga, es difícil moverse con esta barriga.
-      Pronto mi señora, saldrá muy pronto.

Tan rápido como una ráfaga de viento, cogió sus cosas y salió disparado de la habitación. Hinata se quedó un rato acostada, con la mano sobre el abultado vientre y sintiendo los movimientos de la criatura. Solía hablarle al bebé a escondidas y le comentaba sus encuentros furtivos con su padre, de como el Rey la alababa cada día por levantarse y caminar con normalidad con lo grande que estaba. Otras veces tan sólo le cantaba y las que quedaban, tan sólo hacía eso: poner la mano y dejar que esa conexión fuera por los dos.

-      ¿Qué te ha dicho el doctor?- la puerta se abrió de par en par mostrando al Rey, con aspecto preocupado y ojeroso.- Ayer por la noche llorabas en sueños… ¿ha dicho algo?- caminó hasta sentarse al lado suyo, le sujetó la mano y le miró con profundidad.
-      Todo bien, querido… la criatura nacerá bien.

Hacía meses atrás había decidido dejar de pensar sobre los orígenes de su hijo, después de todo tenía la extraña sensación que su marido sospechaba algo. No sabía como, pero sentía que los ojos claros de él la miraban de forma diferente, aunque cuando yacían en la cama y se convertían en uno, ese pensamiento enseguida se evaporaba. Una de las desgracias del embarazo, era que siempre estaba dispuesta para sacarse la ropa y dejarse llevar por el deseo. Y tanto su marido como su amante eran conscientes de ese mero detalle. Quizás el Pierrot disfrutaba más de ese estado de lujuria permanente que el Rey, pero aún así ninguno le hacía el feo, cuando se desataba el lazo del vestido y dejaba caer la pesada ropa al suelo.
En cierto modo sabía que se estaba comportando como una cortesana; acostándose con dos hombres simultáneamente. Disfrutando del placer y la felicidad acosta de la de otro, y si fuera un hombre cualquiera habría un pase, pero no era un cualquiera.

-      Estoy pensando hablar con todos los criados del castillo…- comentó mientras le acariciaba la barriga.
-      ¿Por qué?- murmuro algo ida, disfrutando de la caricia que no tenía dobles intenciones.
-      Simplemente quiero conocer a mi gente.

Si no hubiera sido porque estaba demasiado concentrada en las caricias, habría notado la expresión de su rostro, como observaba a las criadas que pululaban por la habitación intentando camuflarse con el mobiliario. Y si no hubiera sido porque no era consciente de lo muy caliente que estaba y de las rutinas sexuales que había cogido, se habría dado cuenta que hacía más de unas semanas que no practicaba sexo con su marido.
No fue hasta que comenzó a ver a criadas farfullando cosas, hasta que la población masculina del palacio descendió y que el Pierrot casi no aparecía, que se dio cuenta que su querido rey estaba buscando los candidatos del adulterio de su mujer.

-      Pronto me hablará a mi…- dijo una noche entre sábanas, sudor y pequeños besos.- Sabes que no puedo mentirle al rey.
-      Lo sé…- susurró mientras acariciaba el pecho desnudo y sudoroso de Sasuke.- Pero… podrías omitir información.
-      ¿Omitir información?- ríe nerviosa- Mi vida, sabes que haría lo posible para estar contigo – le levanta la barbilla con un dedo, y le mira a los ojos- pero tengo que cuidar a mi familia.
En ese instante Hinata comprendió que había actuado de forma egoísta, que había sido mala persona y que lo correcto en ese momento era hacer precisamente lo que no quería. Se mordió el labio y luego posó sus labios sobre los de él. Fue un beso largo, calmado e inmóvil. No hubo respuesta por parte de él, aunque tampoco esperaba una respuesta.

-      No tendrás que hablar con él…- dijo antes de levantarse, coger su ropa interior y vestirse.
-      ¿Qué?¿Cómo que no tendré que hablar con él?

Le dedico una tierna y triste sonrisa antes de salir de su pequeña torre escondida. De camino a la parte central del castillo ordenó a las criadas que vaciaran la torre y que la habilitaran para un cuarto de coser o de cualquier cosa que necesitaran. Sin dejar de caminar comenzó a dar órdenes a diestra y siniestra hasta llegar a la sala central, dónde se encontraba su Rey, mirando unos papeles y hablando con el consejero.
Cerró los puños y caminó con la cabeza alta y pasos seguros. Con dificultad subió los peldaños y se sentó al lado del rey…

-      ¿Todo bien?- preguntó él dedicándole una sonrisa.
-      Más que bien- mintió.
-      Eso es bueno. – le sujetó la mano y le dio un ligero apretón.


En ese instante supo que Gaara había sabido durante todo el tiempo quien había sido, quién le había robado el corazón de su reina y quién era el padre de su criatura, y aún así seguía en el castillo… su decisión tenía que ser la correcta, aunque ello suponía arrancarse una parte muy grande de su corazón y su alma. 

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