Aspire
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Peronajes: Joseph Morgan (Klaus- Crónicas Vampíricas/The originals)
UA: No tiene nada que ver con la realidad.
One-Shot
Semana Joseph Morgan:
El
peso del anillo en su dedo, la sensación de agobio y los continuos
comentarios, hacían que ese segundo fuera insoportable, sentía como
las paredes de la habitación se iba cerrando sobre ella, acaparando
todo el aire de la estancia y obligándola a tener más contacto con
las demás personas que la acompañaban. Intentaba sonreír o
responder a la conversación, pero tan sólo podía ser consciente
del pequeño aro con una piedra verde sobre su dedo anular... ¿Estaba
preparada para ello?
La
corriente de personas la arrastraba de un lado a otro, sus manos y
brazos se iban llenando de bolsas y su cabeza iba recibiendo
demasiada información para que su cerebro procesara. Sabía que en
algún momento, colapsaría e iría contra la corriente, como siempre
lo había hecho y que estaba dejando de hacer.... mientras dejaba que
una mano se ciñiera en su muñeca recordó porque estaba haciendo
eso; no había quebrado sus principios, tampoco había renunciado a
nada de lo que consideraba importante, pero dentro de su corazón
sabía que estaba haciendo un sobreesfuerzo, algo que en algún
momento terminaría cobrándose.
Llego
a su apartamento más cargada que una mula, en el recibidor habían
un par de zapatos descolocados, una chaqueta colgada en el perchero y
unas llaves bastante grandes colocadas en un vaso. Sonrió contenta.
Lo ha hecho... Caminó por la
pequeña sala y observó emocionada a su prometido, tirado en el
sofá, con un brazo colgando y la cabeza apoyada en un cojín. Cuando
se sentó a su lado éste abrió los ojos, dibujo una cansada sonrisa
en su rostro, mientras abría los ojos y se los clavaba. Ella dejó
de respirar.
- ¿Ha sido...un día duro?- preguntó en un hilo de voz, sentía que si hablaba más alto la magia del momento se rompería.
- Horrible...- farfullo, bostezando y sentándose a su lado, apoyando la cabeza y sujetándole la mano- pero ahora...va mejorando.
Su
mano grande, fina y alargada trazaba pequeños círculos en el dorso
de la suya, mientras con su nariz le rozaba la nuca y clavícula.
Ella se estremeció y terminó acostada sobre su pecho, respirando
aceleradamente totalmente desnuda... Es por eso, le quiero.
Se dijo cerrando los ojos y quedándose dormida sobre su pecho.
En algún momento había
perdido la consciencia y cuando la recuperó, se encontraba sola en
el sofá, arropada con una sábana y con las luces apagadas. En la
mesa de la sala, había una pequeña nota que decía “ Una
urgencia, lo siento. Te quiero. Tu Joseph” Suspiró cogió la nota
y la guardó en una pequeña cajita, dónde había guardado las
cientos de notas durante su relación. Quería sonreír, sentirse
orgullosa de su prometido, hinchar el pecho satisfecha, pero en ese
momento tan sólo se sentía totalmente sola...
Las
cruces seguían avanzando en por el calendario, el color rojo iba
llenando los números y las habitaciones, se iban vaciando poco a
poco. Faltaba menos de tres días para que dejara ese pequeño piso
para mudarse a una casa, con tres habitaciones y baños, un jardín y
dos despachos y una sala comedor, con una gran cocina y garaje.
Realmente su calidad de vida iba a mejorar, además que estaba cerca
de su lugar de trabajo, pero aún así... ver las paredes desnudas,
los muebles tapados y sentir tan cerca el adiós, le hacía crecer un
vacío en el pecho. Si en su pequeño piso se sentía sola cuando el
no estaba... ¿Como sería en la otra? Apartó el pensamiento de su
cabeza y se concentró en plachar y doblar la ropa y pensar dónde
guardar las maletas para que los encargados de la mudanza no se los
llevaran. Se irían de luna de miel dos semanas, y cuando volvieran
esa casa ya no sería suya...
- ¡Arya!- alguien gritó su nombre despertándola de su ensoñación. Giró la cabeza para encontrárselo a el, sonrió de oreja a oreja y le abrazo- ¿Todo bien cielo?- quiso saber acariciándole la mejilla, su roce le quemaba. Le quiero. Se repitió para darle fuerzas.
- Si, todo bien...- sonrió besándole en los labios, pero Joseph no correspondió. Ella enarcó la cejas asustada, cuando le sujetó de la mano y le llevó al sofá cubierto.- No...
El rostro de Joseph, perfecto
con su barba de pocos días, sus pómulos marcados, su labios finos y
aquellos ojos oscuros que le hacían perder el aliento. Todo el era
suyo, pero sabía que antes de ella estaba otra cosa, y que jamás
cambiaría. Intentó sonreír cuando escuchó la peor noticia que
podía tener dos días antes de su boda...
- Prometo que nos casaremos, he hablado con el párroco...- hablaba, pero Arya no le escuchaba- ...te amo.- le susurró al oído, beso su frente y se fue corriendo.
Desde la primera vez que lo
conoció, supo que estaría encadenada el resto de su vida a el.
Quizás eran las típicas palabras que dice una mujer enamorada, pero
ella sabía que ese era su veredicto. Era una mujer de solo un
hombre, y a pesar de haber tenido otras relaciones, ninguna era como
esa. Jamás había pensado en casarse, tener una casa o incluso
formar una familia. Tenía un trabajo, dinero y comodidades ¿por qué
cambiar todo eso, por algo tan fugaz como el amor? Y así había
pasado, se encontraba a dos días de su boda, sola y con el corazón
encogido. Sabía que esa era la clase de vida que le esperaba con
Joseph... pero ¿era lo que quería? Durante el noviazgo también fue
así; citas cortas, besos castos y repentinos abandono, seguidas de
muchas disculpas. Joseph Morgan era médico, el mejor de la localidad
y con un expediente sin mácula, ella era profesora, acabada de
graduarse y locamente enamorada, del médico que atenido a su hermana
al dar a luz. Sus trabajos eran diferentes, exigían cosas que
quizás, para otras parejas eran intolerables... pero ella llevaba
años enamorada y aceptando esa forma de vida, pero... ¿lo haría
siempre?
El
Instituto donde daba clases era pequeño, con ciento diez alumnos y
cincuenta y cinco clases, cada profesora tenía dieciseis
adolescentes, hormonados y curiosos. Ella impartía biología, y al
enterarse de su vida conyugal, sus chicos estaban impacientes por
saber detalles; la chica preguntaban por el vestido, mientras los
chicos por el dinero. Tanto dentro de clase, como fuera siempre había
alguien dispuesto a hacerle recordar que su boda estaba al caer,
aunque no tan pronto como ella habría querido. ¿Realmente
quiero casarme? Preguntó a su
interior mientras abría su casillero, guarda los libros y miraba una
foto de ellos dos, en su primer aniversario, sonriendo enamorados
enredados en la misma bufada. Sonrió. ¿Qué estará
haciendo ahora? Posiblemente
estaría molesto, intentando hablar con su superior en la cede. El
trabajaba en una clínica privada con una cede a cuatro horas de
vuelo de ahí, y cada equis tiempo le obligaban a viajar para hacer
una conferencia sobre sus estudios. Intentó sentir el orgullo, pero
en algún momento de esa interminable semana lo había perdido. Amaba
con locura a Joseph, a él, pero comenzaba a odiar su trabajo... “Te
amo, mi trabajo no me supondrá una barrera para estar a tu lado”
había dicho cuando le dejó la cajita con el anillo en la mesa. Fue
una nota con letra rápida, después de una cena espléndida, pero
con un novio ausente. Si era doloroso tenerlo como novio... ¿Como
sería de marido?
Lloró durante horas,
sintiendo como los gemidos salían de su garganta y sus cabellos se
mojaban del agua salada de sus ojos, las sábanas de la cama se
arrugaban bajo sus manos y su cuerpo se contraía de dolor. Dejó de
llorar porque se quedó dormida, y aún así en sueños lloraba...
La
maleta la esperaba por la madrugada, todo estaba colocado como
siempre y en la mesa una nota, a diferencia de las anteriores ésta
era de ella. “Te amo a ti, no a tu trabajo. Lo siento.
Tuya Arya” Jamás le había
escrito una carta, porque siempre era ella quien esperaba por el,
nunca le había hecho romper un compromiso, porque sus compromisos
siempre eran con el... Había vivido largos años compartiendo su
novio con su trabajo, pero de golpe se cansó. Se cansó de llegar a
su casa y encontrarse sola, estaba molesta de hablar con un papel
siempre, o con una voz cansada.
El reloj del areopuerto
ponían las cinco de la tarde, estaba segura que todo se había
cancelado. Nadie le había llamado o salido a buscar, posiblemente
porque nadie sabía donde estaba. Había cogido todas sus cosas,
dejado las llaves y el móvil encima de la mesa. No quería ser
encontrada, aunque dudaba que alguien la fuera a encontrar.
El vuelo a Portland estaba
embarcando, sujetó su maleta y caminó hasta la puerta de salida...
Llovía y el viento golpeaba
con fuerzas los árboles y los cristales. Estaba acurrucada en una
esquina, abrazada a sus rodillas mientras oía como una leve melodía
inundaba la habitación. No sabía cuando tiempo llevaba en la misma
postura, pero tampoco le importaba. No tenía que salir corriendo,
tampoco debía sonreír o sentir nada. Sólo estaba ella y la música.
Los cristales se agitaron por
el viento, las ventanas se abrieron y el agua de la lluvia la empapó
totalmente. Luchó contra el viento para cerrar las ventanas, pero
éste era más fuerte. Estuvo apunto de soltarlo y dejar de
intentarlo, cuando un peso cayó a su espalda y unas manos largas le
sujetaron de la muñeca y le ayudaron a tratar de cerrar las
ventanas...
- Inténtalo una vez más...- susurró una voz terriblemente familiar- ...no te rindas.
Las ventanas se cerraron y
sus manos empapadas, rojas y heladas se quedaron recostadas sobre el
cristal, el rostro rojo y los ojos llorosos, apoyó la cabeza de la
ventana cuando sintió como los brazos de Joseph se entrelazaban en
su cintura..
- Inténtalo una vez más...- suplico- te amo...
Bajó
las manos y las entrelazó con las de el, lloró y se dejó caer al
suelo. Quería intentarlo, realmente quería intentarlo... Sintió
como la mano de Joseph la giraba con dulzura la cara y le besaba en
la frente, ojos, mejillas y labios. Te amo,
pensó sintiendo su cuerpo arder.
Sonrió,
cuando sus ojos negros se encontrado. Vale. Lo intentaré.
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