First Sin: 5. Lujuria
5.
Lujuria:
La
noche estaba fría, sentía que el pijama no era suficiente ropa para que le
cubriera el cuerpo. Tenía la piel erizada, los pechos le dolían y los labios le
quemaban por la saliva. Estaba de brazos cruzados esperando a que James saliera
de la cafetería, dónde había pedido dos cafés. Tomarlo era casi un suicidio
para dormir, pero ambos sabían que lo último que harían esa noche era dormir.
Al cruzar el umbral de la puerta, ya había renunciado a ser una buena persona.
Jamás había considerado la idea de ser adultera, de engañar o incluso de desear
a otro hombre, mientras yacía con otro. Pero James, era el conjunto de los “nunca”
y en cierto modo eso le aterraba. Su cerebro le avisaba que podía ser algo
pasajero, que jamás pasaría a más y que con eso, acabaría con su integridad y
la buena opinión que tenía la gente de ella. Pero ya era muy tarde para pensar
en todo eso. Lo supo, cuando él salió de la cafetería. Tembló al tener que enfrentarse
con el frío, pero no se detuvo. Camino hasta ponerse delante de ella, haciendo
que una brisa fría le golpeara a él en la espalda y no a ella. Ese detalle,
hizo que todos los contra de su relación no importaran. Sin decir palabra, se
puso de puntillas y le beso los helados labios. Él respondió, rodeándola con
los brazos sin rozar su espalda. No fue un beso de esos ardientes y tampoco
sedientos. Fue un simple beso de reconocimiento, un reconocimiento que ardía en
deseo…
-
Vámonos
de aquí…-logro decir entre los labios de ambos y riendo.
Entre
risas, con las manos entrelazadas y con la otra ocupada por el café, caminaron
por un Dublin oscuro y solitario. Llegaron sin darse cuenta a O’connor Street,
el largo paseo parecía desierto si no fuera por algún coche que pasaba fugaz.
Caminaron así hasta llegar a un hotel que hacía esquina. Contemplaron la
entrada, sintiendo que sus corazones se aceleraban. Tomo aire y fue la primera
en dar el paso. Él le siguió.
Cohibidos
esperaron a que la recepcionista les diera una habitación. Ésta parecía
bastante reacia a hacerlo, puesto que ninguno de los dos parecía un empresario
o un viajero que necesitara refugio. Él llevaba una camisa manga larga negra y
unos pantalones de chándal grises, mientras que ella el pijama rosa manga
larga. Rieron cuando oyeron como la mujer hablaba con el encargado, éste salió
y cuando James le entregó la tarjeta de crédito cayó de golpe. El encargado
sonrió y les entregó una llave, deseándole las buenas noches y que disfrutaran
de su estancia.
Disfrutar
era lo que más iban a hacer, pero al entrar a la habitación a los dos se les
quitó el hipo. No llegaba a ser una suit, pero le faltaba bien poco. Una
habitación grande, con una vitrina alargada que daba a toda la calle de O’connor.
Una cama emperatriz, con edredón de color vino y grandes y mullidas almohadas.
Dos mesas de noche de caoba, con sus respetivas lámparas adornadas con oro. No
muy lejos de la entrada un baño que parecía un spa. Y discretamente una
estantería con tele y una caja fuerte con algunas instrucciones de la
habitación y el hotel. Los dos se quedaron parados, observando el lugar y
dudando si sus sucios deseos encajaban con ese lugar. Se quedaron mirándose y
ésta vez fue James que se movió primero. Tiró el cartón del café en la papelera
y se sentó en la cama, dio pequeños golpes en el colchón invitándola a
sentarse. Ella imitó el movimiento y se sentó a su lado, sintiendo su calor y
su deseo. Trago saliva antes de mirarle a los ojos. Él sonrió y sin más le
beso. Ése fue distinto al de la cafetería. Ya no había vergüenza, tampoco
timidez… era uno de esos besos que sabes que llegaran a otra parte. Sus manos
pronto comenzaron a inspeccionar cada rincón del cuerpo del otro, buscando el
final de la ropa para tocar piel. Ella gimió cuando James logró entrar debajo
de su camisa y comenzó a acariciarle la espalda. A pesar de que su mano estaba
helada, al acto de rozarla con su espalda entró en calor. Sedienta de su
cuerpo, se levantó sin separarse de sus labios y se sentó sobre sus rodillas,
pegando su pecho contra de él y hundiendo sus manos en su pelo. Fue tan sólo
una separación para tomar aire, cuando el sonido del teléfono rompió el
momento. Ambos se miraron sin separarse más de lo necesario. James estiró el brazo
y cogió el auricular. Esperó un momento antes de contestar con monosilábicos y
asentir entre suspiros. Colgó el teléfono y se recostó sobre el colchón, aún
con Emily encima.
-
¿No
has encontrado?- quiso saber mientras se recostaba sobre su pecho.
-
Más
le gustaría a ellos…- rió y volvió a meter la mano bajo la camisa.
Había
tenido igniciones con otras personas, pero nunca la suficiente para meterse en
la ducha o huir. Cuando la mano de James le tocó fue al momento, sintió que su
cuerpo se convertía en llamas y sabía que tan sólo había una forma de hacerlo
parar. Tragó saliva y se propuso en hacer apagar ese fuego, pero al mirarlo y
comprobar que dormía simplemente el efecto llama se apagó por sí solo. Rió y se
dejó caer a su lado, acurrucada y por fin, dormir.
Los
descansos en el trabajo, tan sólo era una excusa para meterse en una habitación
a besarse o a entrar en calor en cuestión de segundos. Sabía que debía ser
menos obvia, pero su sonrisa era imposible de esconder. La mayoría de personas
le daban el logro a Mark, y él sonreía contento. Aquel día cuando huyó a los
brazos de James, volvió a casa antes del amanecer. Por mucho que amara a James,
tampoco quería herirle tan profundamente, por lo que ambos habían quedado en un
acuerdo que pronto terminarían sus respectivas relaciones. Ella por su parte lo
tenía fácil. Nunca le había costado terminar con un hombre. Siempre encontraba
las palabras adecuadas, tampoco le
disgustaba quedar como la mala. Pero en esa situaciones, simplemente no podía
quedar así… Mark y James en cierto modo eran amigos, y los tres trabajaban
juntos. Además, para darle más presión Michelle se había vuelto inseparable de
Mark para hablar de sus parejas, por lo que ambos debían esperar que el otro
rompiera para no crear sospechas.
-
Eres
una adultera sin corazón… ¿sabes?- le acuso Dylan mientras dejaba que le sacara
sangre.- El pobre muchacho está que chorrea por ti…- farfulló poniendo morros.
-
¿Quieres
que te pinche donde no toca?- le amenazó mientras terminaba con la extracción y
le colocaba una tirita.
-
Sólo
quiero que no le hagas daño…- agregó con voz grave.
-
Yo
tampoco quiero hacerle daño… pero ¿Quién fue que dijo que debía ser honesta?¿eh?
-
¡Touche!
Los
dos rieron durante un largo rato mientras ella le iba contando las maravillas
de James, pero al mismo tiempo lo que suponía que lo fuera. Todo el rato estaba
sedienta de él, de sus labios, de su cuerpo de su voz ronca al llegar al
orgasmo. Se excitaba tan sólo al oírlo reír. Se podía inmolar ella misma, si se
encendía en algún momento. Era una tortura que estaba disfrutando de sobre
manera.
Estaba
terminando de apuntar unas cosas, cuando una compañera le llamó para que fuera
a la entrada. Sin preguntar mucho la siguió hasta encontrarse con dos rostros
familiares. Emitió un grito antes de correr y lanzarse en los brazos de su
madre y hermana. Las dos entre lágrimas la abrazaron y comentaron vanalidades
sobre su uniforme o su cara o pelo. Así estuvieron tanto tiempo que no se
percataron de las tres figuras que estaban detrás de ella: Michelle, Mark y
James. En ese instante supo que tenía un grave problema. Su hermana Laura era
especialista en captar las relaciones de las personas, y no dudaba que supo la
suya al momento.
Tal
cual como se había esperado, después de las presentaciones y que los cuatro,
porque su madre había invitado a comer a Mark, abandonaran el hospital para ir
a su pequeño apartamento. Ella le sujetó del codo y con la excusa de comprar
hielo le golpeó a preguntas. Casi se puso a llorar cuando le acusó de adultera
y de unos cuantos sinónimos poco agradables…
-
Pero…
¿le amas?- quiso saber mientras cogía dos bolsas de hielo.
-
Si…-
aceptó con resignación.
-
¿Y
él te ama?
Esa
pregunta le descolocó. A pesar de que era obvio la atracción y los sentimientos
que se tenían, y aunque él le había dicho que la quería, realmente nunca se
habían dicho sus sentimientos tal cual. El “te amo” que podía salir después de
alguna noche de sexo, jamás apareció y no supo, hasta ese momento, lo mucho que
le importaba ese mísero y tan importante detalle…
Esa
noche, cuando todos se fueron a dormir, incluido Mark, salió de la casa para
encontrarse con James. El Stephen Park cerraba sus puertas a las ocho de la
noche, pero en uno de sus días de paseo había descubierto una pequeña apertura.
Y ese lugar era su punto de encuentro.
James
le esperaba ahí, como siempre. Vestía con unos vaqueros viejos de color azul y
una sudadera gruesa de color caqui. Estaba apoyado con aspecto distraído y
fumando un cigarrillo mientras miraba el cielo. Gimió cuando sus ojos se
encontraron y su cuerpo volvió a arder…
-
¿Alguna
vez… me acostumbraré a esto?- preguntó cuando le apretó en su pecho y le beso.
-
Espero
que nunca…- rió entre sus labios- Hueles a fresa…-hundió la nariz en su pelo
aspirando el aroma.
-
Mi
madre… se acordó que me gusta el olor a chicle para el champú.
Con
esa conversación banal comenzaron a caminar por el parque. En silencio
estuvieron hasta que llegaron a una cúpula del parque, justo al lado estaban
los patos y cisnes durmiendo y ajenos a lo que iba a pasar. Aunque ni ella
misma sabía lo que pasaría… después de todo, ya hacía tiempo que había entrado
en combustión y James era un experto en apagarla, pero… ¿lo haría siempre?
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